Como "un grito de aire fresco, que no se puede ignorar" calificó el papa Benedicto XVI a los movimientos ecologistas. Fue el año pasado durante una visita a Alemania -su tierra natal- y el escenario de su cerrada defensa de la causa verde fue el Bundestag, ni más ni menos que el Parlamento Alemán. Ratzinger es un convencido de que el ser humano debe saber escuchar el mensaje que nos da la naturaleza y responder coherentemente a los retos que implica desarrollar respetando la creación, no manipulándola a su antojo. Ad portas de la Semana Santa cristiana vale la pena reflexionar sobre este tema y recordar algo que hemos olvidado y que el Papa insiste en que recordemos: "la ecología del hombre".
Y es que aunque prefiramos no dedicarle tiempo a pensar sobre nosotros mismos, a indagar en los más profundo de nuestros corazones, la persona, como los ríos, el agua y los bosques, puede terminar contaminada, devastada, envenenada, irrecuperable por los vicios de una sociedad que ya no distingue el bien del mal y quiere encontrarle matices de gris a todo. "También el hombre posee una naturaleza que debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente", ha dicho Ratzinger. "El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo.
El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es".
En esa ocasión Ratzinger se refirió también a que los políticos -y, no está de más, que nuestros padrastros de la patria- piensen un poquito en lo que dijo el obispo de Roma sobre esa cata que tiene aburrida a la población de a pie, con su corrupción, su dejadez, su injusticia y sus ansias de figuración a costa de los más pobres. Enseña el Papa -lean bien y entiendan, por favor, politicastrus peruvianus- que "servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político [...]". "Si se quita el derecho, el Estado, como decía San Agustín, se convierte en una gran banda de bandidos". Que estos días de Semana Santa que se inician mañana con el Domingo de Ramos nos acerquen a nuestras propias raíces, nos ayuden a comprender que es necesario preocuparnos por nuestra propia naturaleza con el propio fervor y fanatismo que protegemos el ambiente en que vivimos y queremos mantenerlo puro, por el bien de todos. Solo así alcanzaremos la paz, individual y colectiva. "La Iglesia -nos recuerda Benedicto XVI- tiene una responsabilidad respecto a la creación y se siente en el deber de ejercerla también en el ámbito público, para defender la tierra, el agua y el aire, dones de Dios Creador para todos, y sobre todo para proteger al hombre frente al peligro de la destrucción de sí mismo".
El Comercio, 31 de marzo de 2012
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