Hace diez años el terrorismo internacional marcó con fuego los inicios del siglo XXI y echó por tierra la ilusión de que viviríamos seguros y felices estos nuevos tiempos. Aquellos atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York, perpetrados por fanáticos, no pueden ni deben ser olvidados. Ese 11 de setiembre, el mundo vio en vivo y en directo un hecho sin precedentes en el que murieron miles de civiles, personas inocentes que se encontraban en sus centros de trabajo. Como todo acto emanado de la mente retorcida de quienes lideran los grupos terroristas –sea Al Qaeda, con su infame Osama Bin Laden a la cabeza, o Sendero Luminoso, con su carnicero Guzmán de guía–, la meta es extirpar los valores que nos distinguen como humanos: la tolerancia, la libertad, la decencia, la inocencia y la esperanza. La tragedia, sin embargo, nos reveló cómo las personas y los pueblos se engrandecen y relucen por su coraje, compasión y solidaridad.
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El Dominical, 11 de setiembre de 2011
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