José María Eguren recorría la extensa y perfumada campiña que alguna vez rodeó —quién lo diría— la pequeña ciudad de Lima. Por la sucesión de huertas y haciendas andaba el poeta, boceteando lo que convertiría en sus óleos y acuarelas. Observaba hojas, insectos y aves. Tomaba fotos pequeñitas con una cámara que él mismo inventó. Y creaba: “Los insectos que pasan la bruma/se mecen y flotan,/y en su largo mareo golpean/ las húmedas hojas”.
Su mundo interior estaba poblado de extraños personajes que cobraban vida en sus versos: “La dama i, vagorosa / En la niebla del lago […]. Va en su góndola encantada/ De papel a la misa”. Hace un siglo, en 1911, publicó “Simbólicas”, libro fundacional de la poesía contemporánea peruana. Eguren es considerado uno de los principales poetas del siglo XX. Su lenguaje rebasó el modernismo. Fue un poeta del color, de las luces y sombras, de la imagen, como sus fotos , como sus cuadros: “Es noche de azul oscuro…/en la quinta iluminada/se ve multicolora/la danza clara”.
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Su mundo interior estaba poblado de extraños personajes que cobraban vida en sus versos: “La dama i, vagorosa / En la niebla del lago […]. Va en su góndola encantada/ De papel a la misa”. Hace un siglo, en 1911, publicó “Simbólicas”, libro fundacional de la poesía contemporánea peruana. Eguren es considerado uno de los principales poetas del siglo XX. Su lenguaje rebasó el modernismo. Fue un poeta del color, de las luces y sombras, de la imagen, como sus fotos , como sus cuadros: “Es noche de azul oscuro…/en la quinta iluminada/se ve multicolora/la danza clara”.
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El Dominical, 26 de junio de 2011
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