Cuando las palabras golpean como una piedra, se incrustan en el corazón como esquirlas; cuando perfuman, pintan o transmutan los objetos y los sentimientos, se está frente a la verdadera poesía: “tras cualquier puerta que se abre/está la luna”. Los versos que pasan sin dejar huella en el lector, sin sacudirlo, no son poesía; la obra inigualable de Blanca Varela (1926-2009) sí que lo es, marca: “Nadie nos dice cómo/ voltear la cara contra la pared/ y/ morirnos sencillamente/ así como lo hicieron el gato/ o el perro de la casa/que caminó en pos de su agonía/”. Varela extiende el lenguaje, pule las palabras y crea mundos, espacios, sentires: “y de pronto la vida/en mi plato de pobre/un magro trozo de celeste cerdo/aquí en mi plato/observarme/observarte/o matar una mosca sin malicia/aniquilar la luz/o hacerla”.
El último 10 de agosto, Varela hubiera cumplido 85 años. Su vida fue crear y una constante preocupación por la condición humana y por el arte. Colaboradora de este suplemento, en esta edición de El Dominical le rendimos tributo.
MMMQ
El último 10 de agosto, Varela hubiera cumplido 85 años. Su vida fue crear y una constante preocupación por la condición humana y por el arte. Colaboradora de este suplemento, en esta edición de El Dominical le rendimos tributo.
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El Dominical, 21 de agosto de 2011
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