martes, octubre 11, 2011

De la editora



Era joven al morir, tenía apenas 31 años, pero su fama ya trascendía el naciente Virreinato del Perú. Tras los siglos, esta mujer sigue convocando, cada 30 de agosto, a millones de fieles a lo largo y ancho del Perú, y en varias ciudades del mundo donde la consideran también su patrona. Antes de ser canonizada, ya era conocida como Rosa de Santa María; luego, sería nuestra Santa Rosa de Lima, la primera santa nacida en continente americano. Encontró en el dolor físico un camino hacia un estado de mística contemplación, de acercarse a Dios. Bloqueó toda posibilidad de caer en tentaciones y de tentar a otros ocultando su incomparable belleza, su piel suave, su cara perfecta. En tiempos como los que vivimos –materialistas, en búsqueda del placer inmediato, de gustar a todos sin importar cómo–, la conducta de nuestra santa parecerá extraña, pero otro y mejor sería el mundo si siguiéramos su ejemplo de obediencia (algo repudiado en nuestros días), humildad y sencillez.
MMMQ


El Dominical, 28 de agosto de 2011

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