Con sagacidad de estreno el presidente Ollanta Humala ha polarizado a la población con el tema de un posible indulto al ex presidente Alberto Fujimori. Con una sola palabra indulto ha borrado del imaginario mediático, de las redes sociales y del debate político: el asesinato de la niña Sorayda Caso durante una incursión militar en Ranrapata, Junín, y la incapacidad de su gestión para enfrentar los problemas medulares del país (ciertamente el ex presidente Fujimori no es uno de ellos).
"Nadie me ha solicitado el indulto", repitió hasta la saciedad como si desconociera los poderes constitucionales que lo amparan. Ya un editorial de nuestro Diario ha explicado, claramente, que la Constitución le concede ese derecho de gracia. El artículo 118 inciso 21 señala como atribución del presidente conceder 'indultos' (por resolución suprema). Tan simple como eso. Mientras la de 1979 (artículo 211, inciso 23) aclaraba "salvo en los casos prohibidos por la ley", excepción que no figura en la Constitución vigente. Ese vacío se ha cubierto con leyes que prohíben el indulto en casos de delito de violación de menores (Ley 28704) y de secuestro y extorsión (Ley 28760), pero para los expertos ambas son inconstitucionales, pues colisionan con la Carta Magna.
Nadie me lo ha pedido dijo, una y otra vez, hasta que los hijos de Fujimori anunciaron que se solicitará el indulto humanitario por la deteriorada salud de su padre. Cayeron en una trampa que solo intentaba mover el foco de atención. Se desató la polémica, el insulto y se formaron dos bandos: los pro indulto por causas humanitarias (como El Comercio, otros diarios y destacados jurisconsultos), y los vengativos enemigos del fujimorato liderados por personajes que quieren traerse abajo el sistema económico, como el presidente regional de Cajamarca, Gregorio Santos (camarada Marañón). La polarización era previsible por ello, lo justo y razonable -a entender de esta columnista- era y es el arresto domiciliario.
Polarizar y crear coyunturas le permiten al humalismo evadir los problemas que no sabe cómo enfrentar. Sendero Luminoso resurge en el Vraem y el gobierno es incapaz de enfrentar eficientemente a los terroristas pertrechados por el narcotráfico; los campos de coca ilegales proliferan y superan largamente a los de Bolivia; de paso, disputamos el primer lugar con Colombia como productores y exportadores de clorhidrato y de pasta básica de cocaína. A la fecha, hay más de 167 conflictos sociales activos y decenas más en estado latente; el mes pasado dos empresas extractivas abandonaron sus emprendimientos (una de ellas el país), y hay cincuenta mil millones de dólares de potenciales inversiones, parados.
Señor presidente, el Perú no requiere fragmentación, sino diálogo, negociación y consenso con los partidos opositores para enfrentar unidos lo que se viene.
LA TAREA DEL PRESIDENTE. El Perú no requiere fragmentación, sino diálogo, negociación y consenso.
El Comercio, 06 de octubre de 2012
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