Hablemos de parásitos y de políticos. Probablemente algunos dirán que son lo mismo y puede que en algunos casos lo sea, ¿o será en muchos? Como fuere, es un hecho que necesitamos menos políticos y más científicos, o en todo caso políticos mínimamente versados en ciencia. ¡Vamos, que al menos sepan qué es un parásito! La clase política debe comprender que la investigación científica y el desarrollo tecnológico son pilares fundamentales para el avance y crecimiento armónico y sostenible de un país y el mejoramiento de la calidad de vida de la población. Conocer más sobre la biodiversidad es fundamental para el progreso y la salud humana. Quienes llevan las riendas del país, o aspiran a hacerlo, tienen la obligación moral y la responsabilidad de capacitarse en estos temas. Nadie merece estar en manos de analfabetos en ciencias, menos aun si estos legislan y con ello moldean -o más bien desbaratan- el futuro de la nación. Pero dejemos de lado a los políticos y hablemos de parásitos.
Una investigación reciente de la Universidad Estatal de Michigan, Estados Unidos, demostró que uno muy común provoca cambios sutiles en el funcionamiento cerebral, genera conductas violentas, autolesiones y depresiones que pueden llevar al suicidio.
El estudio publicado en la revista "The Journal of Clinical Psychiatry" (Revista de psiquiatría clínica) confirma que el parásito 'Toxoplasma gondii' está vinculado con estos y otros problemas mentales. Antes ya se lo había asociado con suicidios y cambios de conducta, pero los nuevos resultados son contundentes. ¿Le interesará a nuestros padrastros y madrastras de la patria, tan proclives a evacuar leyes urgentísimas como las del día del pollo a la brasa, del cebiche o el pisco, conocer cuál es la prevalencia del 'Toxoplasma gondii' entre los peruanos?
En el caso de la población estadounidense, el 20% está infectada con el parásito, en la mayoría de casos en estado 'latente'. Al entrar en fase activa este produce inflamaciones que pueden dañar las células cerebrales, influyendo inclusive en los niveles de serotonina. Los números no engañan: los infectados tienen siete veces más probabilidades de suicidarse.
Vale la pena conocer que una de las principales vías de contagio es mediante las heces de gatos, y que análisis locales muestran que alrededor de 17% de los gatos de Lima Metropolitana -caseros y callejeros- están infectados. No se trata aquí de propiciar un exterminio de gatos, sino más bien de llamar la atención de una clase política entrampada en dimes y diretes, a la que le urge prestar atención a estos y otros datos científicos. La toxoplasmosis se cura con antibióticos y quizá también las conductas violentas o depresivas. Vean autoridades qué hacer con estos datos. Como dice el biólogo norteamericano E.O. Wilson, sería bueno para todos que nuestros líderes políticos se prepararan antes en vez de tratar de aprender en el cargo.
El Comercio, 18 de agosto de 2012
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