Johny (16) vive en San Juan de Miraflores bajo el mismo techo que su abuelo.
Jamás han cruzado palabra porque "el viejo solo habla quechua". El abuelo es
ayacuchano (62% de la población de Ayacucho es quechuahablante); huyó hacia Lima
con su familia por la carnicería desatada por Sendero Luminoso en los 80.
Johny fue pandillero, rescatado de ese abismo por su parroquia y una ONG.
Ahora es grafitero y quiere irse a Alemania porque "las chicas son bien
bonitas". No sabe cómo se llama el pueblo de sus ancestros ni le importa la
historia de su abuelo. Se siente limeño y no le gustan los platos tradicionales
que cocina su mamá.
Vive entre dos mundos sin pertenecer a ninguno. Por eso, sin duda, se integró
a la tribu pandillera y hoy 'firma' las paredes de esta ciudad excluyente y
gris; por eso quiere irse. De hecho, todo esto debe estar vinculado con la
barrera lingüística que le impide ser parte de la vida paralela quechua que
transcurre en su casa, sin él o pese a él. Sus padres no le enseñaron ese idioma
"para que no lo discriminaran".
Cobra por ello especial relevancia la semana del quechua Willka Runa Simi
P'unchaynin, que arrancó el lunes en Cusco y culmina mañana. Esta iniciativa
-cuyos alcances nos hizo llegar el notable escritor cusqueño Luis Nieto
Degregori- debería extenderse a Lima y a otros lugares del Perú en los que el
runasimi (la lengua de los hombres) está presente.
Willka Runa Simi P'unchaynin busca revalorar e impulsar el quechua en las
instituciones públicas y privadas de lo que fue el centro económico y político
del imperio inca (52% de su población es hoy quechuahablante). Según el censo
del 2007, el 13,2% de la población peruana tiene al quechua como lengua materna.
Son casi 3,5 millones de compatriotas para quienes alguna de las variantes del
quechua, y no el castellano, es el primer idioma que aprendió, o el único que
sabe.
Ignorar esta realidad crea problemas de sintonía cultural, tanto
intrafamiliares como entre peruanos y, principalmente, con el Estado y sus
servicios: salud, educación, entre otros. Lo mismo ocurre con las autoridades
destacadas en las zonas andinas: jueces, fiscales, médicos, militares y policías
no saben quechua, lo que crea una peligrosa brecha de incomunicación con la
población.
En Lima, pese a que uno de cada diez vecinos es quechuahablante, las
instituciones, autoridades y servidores no lo comprenden. El quechuahablante es
un paria y quien llegue de provincias como paciente de salud sin hablar
castellano está perdido: apenas hay un programa intercultural en el Hospital
Loayza, con un solo médico que habla quechua.
Según el INEI, en la castiza capital peruana habitan más de medio millón de
quechuahablantes (549.145 personas o más), es decir casi 10% de limeños.
Así las cosas, más que clausurar mañana en Cusco la Willka Runa Simi
P'unchaynin, la ministra de Cultura, Diana Álvarez Calderón, debería inaugurar
aquí, en la capital, el año del quechua para que miles de limeños le digan
sulpayki, o lo que es lo mismo: ¡Gracias!
Lengua milenaria
Origen ancestral del quechua
- El runasimi o quechua se considera una de las lenguas más antiguas del
mundo. Sus orígenes (el preprotoquechua) están en la costa central, en Caral, la
ciudad más antigua de América. El quechua está en peligro, según la Unesco,
junto con otros 2.500 idiomas.
Legado caralino
Expansión gracias a la actividad económica
- La arqueóloga Ruth Shady sostiene que la expansión del preprotoquechua fue
por la actividad económica de los caralinos que comerciaban con la sierra y la
Amazonía. El idioma se fue expandiendo hasta llegar a ser la lengua central del
Imperio Incaico.
El Comercio, 23 de octubre de 2013
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