Un 15 de febrero, como hoy, los senderistas descargaron su odio sobre una joven mujer de 33 años: María Elena Moyano Delgado. Ella, como ningún otro personaje de base popular y de la izquierda, se enfrentó frontalmente a esa bestia infernal.
"Al atemorizarse la izquierda, Sendero ha avanzado [...] están en contra del pueblo, están en contra de nuestras organizaciones", dijo en una entrevista. Y luchó sin apoyo partidario contra la infiltración senderista en los espacios organizados de Villa El Salvador.
El día de su asesinato fue a ese vasto arenal que vio por primera vez a los 12 años y donde su familia, como miles de otras, se labró un destino.
"A ti te mataron porque nunca predicaste sobre la blancura de la cal/sino construir con la arena castillos de igualdades./A ti te mató el oscuro corazón de la envidia/Ese mismo turbio corazón que despedaza en cada época/toda fe, todo amor/sobre ti se descargó su ira porque organizaste piedras, pensamientos, huracanes", escribe Doris Moromisato en su poema "Las furias".
En Villa El Salvador, María Elena se sentía en casa, pero las constantes amenazas la mantenían alejada de su sitio y guarecida en el departamento de la feminista e investigadora Diana Miloslavich Túpac, la mujer que más hizo por protegerla.
El día de su asesinato, Moyano estuvo con sus hijos Gustavo y David. No pudo resistirse y fue a la pollada organizada en su barrio. Allí aparecieron sus verdugos. "Vienen a matarme", dijo.
Les pidió a sus hijos tirarse al suelo y taparse la cara, "no miren, mami se va a escapar". Una senderista se acercó y le disparó en el pecho, luego en la cabeza. Arrastraron su cuerpo fuera del local y lo volaron con cinco kilos de dinamita.
Su madre, hermanas y compañeras encontraron sus fragmentos regados 50 metros a la redonda. Los intestinos fuera del abdomen, sangre y trozos de su carne morena en la pared del local.
¿Por qué tanto odio? Porque Sendero Luminoso es odio. No lo olvidemos cuando se pretenda torcer la historia con más "ojos que lloran", museítos de la (des)memoria, o el cuento de la "reconciliación". Reconciliación y arrepentimiento son palabras ajenas al vocabulario de Sendero.
"Hay penas que no se reconcilian con el calendario/ que no quieren negociar
con las palabras,/penas como furias, imposibles de domar", dice Moromisato en
otra parte de su poema.
"Compañera María Elena, ¡presente!" es lo que vivábamos en su multitudinario
entierro.
Más de dos décadas después, su muerte debe servir para recordarnos las barbaries perpetradas por Sendero.
El informe final de la CVR dice a la letra: "Quedó una sensación de que se la había dejado sola a merced de sus asesinos, que los dirigentes de izquierda la abandonaron...".
Cierto, a Malena solo la vigilaban un policía y su amiga Diana. Me consta.
El Comercio, 15 de febrero de 2014 (Opinión)
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