Mañana presentan informe sobre contaminación de la cuenca del Marañón.
¿Recordarán su larga historia petrolera?
Por siglos se tuvo como creencia arraigada que el paraíso terrenal -ese que
describe la Biblia- se ubicaba en el Nuevo Mundo. Durante el Virreinato tan
atrevida hipótesis tuvo entre sus principales defensores a Antonio León de
Pinelo, un investigador de origen judío que "encontró" el Jardín en el triángulo
formado por los ríos Pacaya y Samiria, en lo que hoy es una de las más grandes
reservas nacionales peruanas.
Con una extensión de 2'080.000 hectáreas (20.800 km²), prácticamente del
tamaño de Israel, Pacaya-Samiria representa el 1,5% del territorio nacional y el
6% de Loreto.
Un hermoso rincón de la selva baja, la omagua de la que nos habló el amauta
Javier Pulgar Vidal. Un paraíso de aves y mariposas, de delfines grises y
rosados, del lobo de río, tortugas acuáticas y del "gran pez" (el asombroso
paiche) y las finísimas maderas y plantas medicinales que allí medran.
El lugar es hogar de varios miles de compatriotas dedicados al
aprovechamiento de los recursos de flora y pesqueros, en este complejo laberinto
de ríos, cochas y aguajales que sustentan su biodiversidad.
Pero no todo son buenas noticias.
Líos en el paraíso
En la página web de Servindi, que difunde noticias relacionadas a la
problemática indígena y ambiental, se lee: "De acuerdo a recientes informes del
Estado sobre la influencia de esta actividad [petrolera] en territorios
indígenas, las consecuencias de más de cuatro décadas de extracción de
hidrocarburos han generado una grave situación ambiental, social y en la salud
de las poblaciones locales [refiriéndose a la selva norte]".
En este sentido, la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo
de Tipishca (Acodecospat) -una de las organizaciones indígenas de la zona-
encargó al grupo internacional de abogados Environmental Law Alliance Worldwide
(ELAW) interpretar los resultados del monitoreo ambiental participativo de la
cuenca del Marañón y la Reserva Nacional Pacaya-Samiria. Mañana, la evaluación
será presentada en una asamblea en la comunidad Kukama-Dos de Mayo.
El informe responsabiliza a Pluspetrol Norte (PPN), la petrolera que opera el
lote 8X en ese ámbito, pero no menciona a otras de la zona (Repsol,por ejemplo)
ni recuerda la larga historia de explotación de más de cuatro décadas de esa
cuenca, ni los pasivos ambientales: pozos e instalaciones abandonados, suelos
contaminados por derrames, fugas, residuos sólidos, emisiones y depósitos de
residuos. En buen cristiano: los estragos generados por una empresa que ya no
opera en una zona afectada.
¿Es la contaminación detectada responsabilidad de la petrolera?, ¿son pasivos
ambientales?, ¿es de otras empresas o de la minería ilegal aguas arriba del
Marañón? Corresponde a Pluspetrol aclararlo, con prontitud y transparencia.
La contaminación por hidrocarburos debe ser evaluada y tratada
responsablemente. Esta genera problemas de salud pública, y en este caso atenta
contra un área natural protegida y sus zonas de amortiguamiento, donde habitan
indígenas cocama cocamilla (kukama kukamira). No aclarar las cosas, a tiempo,
lleva a satanizar ciertas actividades.
MINERÍA ILEGAL
Marañón devastado
Con 1.737 kilómetros de extensión desde su naciente en las alturas de
Huánuco, el Marañón sufre agresiones a lo largo de su recorrido y en sus
tributarios. Un informe de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA,
vinculada al actual ministro del Ambiente, Manuel Pulgar-Vidal, y a su
viceministro Mariano Castro) indica que en el Perú existen 21 enclaves de
minería ilegal e informal. "Dos de ellas bien podrían ser foco de buena parte de
la contaminación de la que se responsabiliza a Pluspetrol. Además, no se tomaron
muestras cerca de las operaciones y campamentos de otras petroleras", revela una
fuente vinculada a la evaluación que prefirió mantener su identidad en reserva.
"Aguas arriba del Marañón hay minería ilegal", explica la misma fuente, y
menciona que en la región Loreto están afectadas por ella las cuencas del
Marañón (Borja, Saramiriza, San Juan, San Lorenzo); del Napo (Oro Blanco, Santa
Clotilde, Diamante Azul); Curaray (Arica), Nanay (Alvarenga); Putumayo
(Estrecho) y Ucayali (Inahuana, Orellana). "Nada de esto se analizó, eso me
llamó la atención porque la contaminación puede venir de allí", dice.
El Comercio, 18 de febrero de 2014 (Página de Ecología)
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