Si hoy muchas mujeres son esclavas de la moda, hubo un tiempo en que las
limeñas fueron más libres que ninguna otra, gracias a la moda, y hasta
conspiraron con éxito para evitar la prohibición de su indumentaria.
"Con saya y manto una limeña se parecía a otra, como dos gotas de rocío",
escribió el tradicionista Ricardo Palma. Eso les permitió ir por las calles sin
ser reconocidas. En "Peregrinaciones de una paria" (1838), la sindicalista y
feminista Flora Tristán se refiere a la libertad del "manto y saya". Y es que
una mujer así vestida "puede salir sola" pues fuera del ámbito hogareño se
confunde con todas las otras y hasta encuentra "a su marido en la calle y él no
la reconoce, le intriga con su mirada, le hace gestos, le provoca con frases,
entran en gran conversación, se deja ofrecer helados, frutas, bizcochos, le da
una cita, le deja y en seguida entabla otro diálogo con un oficial que pasa.
Puede llevar tan lejos como quiera esta nueva aventura sin quitarse jamás su
manto".
"[...] La pícara saya y manto tenía la oculta virtud de avivar el ingenio de
las hembras, y ya habría para llenar un tomo con las travesuras y agudezas que
de ellas se relatan", escribe Palma en la "Conspiración de la saya y manto", de
la cuarta serie de sus "Tradiciones Peruanas". El atuendo de las "tapadas"
invitaba y facilitaba la transgresión y esa fue la razón por la que la Iglesia y
la corona española intentaron prohibirlo en más de una ocasión.
El investigador y docente Juan Luis Orrego Penagos, de la Universidad
Católica, escribe que hasta hubo "multas por vestir así pero no solo fue inútil
sino que de hecho la prohibición estimuló más esta usanza.
La primera ordenanza que prohibía el uso del manto la dio en el año 1561
Diego López de Zúñiga y Velasco, cuarto virrey del Perú; no tuvo éxito. Entre
1582 y 1583, el Tercer Concilio Limense declaró que incurrían en falta las
tapadas. Por esa anónima coquetería que se permitían, Toribio de Mogrovejo
propuso su prohibición en el Concilio Limense de 1601, pero fracasó. Lo mismo
intentaron los virreyes Marqués de Montesclaros, Marqués de Guadalcázar y Conde
Chinchón...".
Palma refiere: "Demás está decir que las limeñas sostuvieron con bizarría el
honor del pabellón, y que siempre fueron derrotados los virreyes; que para esto
de legislar sobre cosas femeninas se requiere más ñeque que para asaltar una
barricada".
Para defender el derecho a usar sus trajes, en la primera intentona de
prohibición de 1561, las limeñas no protestaron. Simplemente dejaron de cumplir
con las tradicionales tareas femeninas, poniendo a la ciudad de cabeza en apenas
24 horas. "[...] Desde que Lima es Lima, mis lindas paisanas han sido
aficionadillas al bochinche", escribe Palma.
¿Pero, qué pasó aquel año de 1561? "La anarquía doméstica amenazaba
entronizarse. Las mujeres descuidaban el arreglo de la casa [...] el puchero
estaba soso, los chicos no encontraban madre que los envolviese y limpiara la
moquita, los maridos iban con los calcetines rotos y la camisa más sucia que
estropajo". Y el asunto se aplazó, como ocurrió una y otra vez, hasta que nuevas
modas llegadas de Europa destronaran a la saya y el manto, y la "tapada" se
destapó.
Retrato femenino
Las limeñas del siglo XIX
- Juan Luis Orrego señala que en 1834 Flora Tristán dedicó buena parte de sus
observaciones a Lima y las limeñas. Escribió que cada vez que asistió al
Congreso encontró un buen número de limeñas: "Todas estaban con saya, leían un
periódico o conversaban sobre política".
Según Flora Tristán
Las mujeres y Lima
- Una conocida frase de la sindicalista y feminista Flora Tristán refiere lo
siguiente: "No hay otro lugar en la tierra donde las mujeres sean más libres y
ejerzan mayor imperio que en Lima. Allí reina exclusivamente. Es de ella de
quien procede cualquier impulso".
El Comercio, 26 de febrero de 2014
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