En el convento de Santa Clara, en Monforte de Lemos, Galicia, está enterrada
la mujer que fue virreina del Perú por casi un año. Se trata de Ana Francisca
Hermenegilda de Borja y Doria (1640- 1706), sobrina nieta del virrey don
Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache.
Cuando Esquilache gobernó el Perú -de 1616 a 1621- no imaginó que una mujer
ocuparía su cargo y menos que sería su pariente.
Poco se recuerda que por cosas del destino tuvimos una virreina, "dama de
mucho cascabel y de más temple que el acero toledano", según el tradicionista
Ricardo Palma, en "¡Beba, padre, que le da la vida!...".
¿Cómo llegó una joven de 29 años a virreina del Perú? La cosa va así. Doña
Ana Francisca quedó viuda a edad temprana del V marqués de Távara. En 1664 se
casó con un grande de España: su primo lejano Pedro Antonio Fernández de Castro,
X conde de Lemos y VII marqués de Sarria.
Tres años después, en 1667, su marido fue nombrado virrey del Perú por
Mariana de Austria, quien regía en España pues el rey Carlos II, su hijo, era
aún niño.
Palma relata que Mariana de Austria autorizó al conde de Lemos "para que, en
caso de que el mejor servicio del reino le obligase a abandonar Lima, pusiese
las riendas del gobierno en manos de su consorte". Y llegó así el día en que la
linajuda Ana Francisca fue virreina.
Don Ricardo Palma escribe que "era doña Ana, en su época de mando, dama de
veintinueve años, de gallardo cuerpo, aunque de rostro poco agraciado. Vestía
con esplendidez y nunca se la vio en público sino cubierta de brillantes. De su
carácter dicen que era en extremo soberbio y dominador, y que vivía muy
infatuada con su abolorio y pergaminos".
Y no es para menos. Ana Francisca pertenecía a la Casa de Borja (o Borgia),
fue hija del VIII duque de Gandía y de la princesa de Doria de Melfi.
Por línea paterna era nieta, ni más ni menos, que de San Francisco de Borja,
duque de Gandía, de quien toma el nombre el limeño distrito de San Borja.
Cuando los condes de Lemos arribaron al Perú, el virreinato pasaba por
momentos convulsos: Puno se había levantado y todos los intentos para aplacar la
insurrección habían sido infructuosos.
El virrey decidió enfrentar personalmente el problema y partió a Puno, el 7
de junio de 1668, dejando a su esposa a cargo del gobierno.
Y así Ana Francisca fue virreina durante los diez meses que su marido
resolvía el conflicto altiplánico.
No fue una figura decorativa, tomó decisiones adecuadas, enfrentó crisis, el
intento de ataque del pirata Morgan, y emitió útiles decretos; nadie cuestionó
su autoridad.
"Cuán grande es la astucia femenina [...] cuando la mujer se mete en política
o en cosas de hombre, sabe dejar bien puesto su pabellón [...]", escribe Palma.
Dejó Lima tras la muerte de su marido y, junto a sus hijos, llevó el cuerpo
del virrey a su tierra natal.
Lima vio alguna vez a una mujer que supo gobernar. Quién lo diría.
Una de las tradiciones
Ricardo Palma cuenta su historia
- "¡Beba, padre, que le da la vida!...", es la tradición de Palma que narra
las vicisitudes de quien, por cédula real de María de Austria, pudo ejercer como
virreina en ausencia de su marido. Sus detractoras la bautizaron como 'la
patona'. Palma supone que debió tener pies grandes.
Impulsó su canonización
Una devota más de Santa Rosa de Lima
- La virreina interina, esposa del conde de Lemos, fue principal impulsora de
la canonización de Rosa de Lima. Con su propio dinero, Ana Francisca compró el
ataúd de plata para reemplazar al de madera en el que reposaban sus restos.
El Comercio, 05 de febrero de 2014
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