Lima tiene mucho más de aimara de lo que se percibe y el asunto no se reduce
a grupos de migrantes que se abren paso en la capital con éxito. Esa es una
parte de la historia, la otra se remonta a tiempos preíncas.
El etnohistoriador Waldemar Espinoza Soriano comenta que, tras derrotar al
imperio puquina (Tiahuanaco), los aimaras se dispersaron por el Altiplano y el
sur de los Andes Centrales. Fundaron reinos independientes entre sí, pero con el
común denominador de la lengua.
Siendo rivales, los unían estrechos lazos culturales.
Todo indica que por esos tiempos tres grupos aimaras arribaron a la costa
central del Perú. El padre Pedro Villar Córdova, siguiendo la tesis expuesta en
1924 por Carlos Alberto Romero Ramírez (1863-1956) y apoyándose en datos
antropológicos, arqueológicos, etnográficos y lingüísticos, sostiene que tales
etnias llegaron hasta Lima. Es más, afirma que 'Lima' es palabra aimara para
Limaq-Limaq o Limaq-Huayta, una flor amarilla usada para que los niños hablaran
tempranamente, estimulándoles la lengua con su tallo.
Villar Córdova es autor del clásico "La arqueología del departamento de Lima"
(1935) y refiere que los tres grupos fueron los: kollas, huallas y huanchos. Los
kollas bajaron de Canta por la quebrada de Arahuay y poblaron la margen
izquierda del río Chillón, desde Yangas hasta el Callao.
Los huallas llegaron desde la sierra de Chancay, fundando Kara Hualla
(Carabayllo), Maranca (Maranga), Huadca Hualla, Sulco y Marca Huillca. El tercer
grupo es el de los huanchos, que bajaron de Huarochirí siguiendo el cauce de los
ríos Santa Eulalia y Rímac, para establecerse en Huachipa, Carapongo, Huampaní,
Cajamarquilla, entre otros lugares.
Desde mediados del siglo XX, Lima ha visto llegar nuevos migrantes aimaras.
Moisés Suxo Yapuchura es descendiente de ellos, un profesional con varias
publicaciones e investigaciones sobre la actual dinámica socioeconómica y
cultural de los aimaras en Lima.
Suxo ha demostrado, desde un enfoque lingüístico, que lejos de ser engullidos
por la ciudad, los aimaras están dejando su fuerte huella sin pérdida de
identidad. En su libro "La voz de una nación: Los aymaras de Lima
Metropolitana", aborda su presencia como comerciantes.
Al comentar el libro de Suxo, el profesor sanmarquino Rodolfo Sánchez Garrafa
recuerda que en 1987 una publicación del Instituto de Estudios Peruanos (IEP),
de Golte y Adams, explicó que los campesinos migrantes conquistaban la gran
Lima, en un "proceso de astuta e ingeniosa inserción que los iba convirtiendo en
una especie de invasores triunfantes. Los migrantes avanzaban literalmente a
paso de vencedores".
Por su parte, Suxo explica la estrategia del disimulo asumida por los
migrantes llegados de Unicachi. "De algún modo es la idea del caballo de Troya
-escribe Sánchez Garrafa-, gente inofensiva", que no suponía "un peligro de
desplazamiento para el poblador criollo limeño. El tiempo desvelaría lo que se
incubaba [...]. Mostrando coherencia grupal, en poco más de medio siglo se han
posicionado en el mundo empresarial urbano limeño. Hoy, miembros de esta
colectividad étnica son promotores accionistas de un impresionante número de
empresas".
Hoy los aimaras enriquecen Lima con su trabajo, rica cultura y su ejemplo. Y
a ellos les debemos el emblemático equeco, símbolo de suerte y prosperidad.
LEGADO AIMARA EN LIMA
Carabayllo, los Mamani y los Quispe. El distrito de
Carabayllo, según el Padre Pedro Villar Córdova, se llama en realidad
Kara-Hualla, término de origen aimara. Los apellidos Mamani y Quispe son también
de indiscutido origen aimara y de los más numerosos en zonas andinas y urbes del
Perú, Bolivia y Chile.
DEDICADOS AL COMERCIO.
Migrantes de Unicachi, Yunguyo. Los campesinos aimaras
del distrito de Unicachi, ubicado en la provincia de Yunguyo, en Puno, han
migrado a Lima desde los años cuarenta. Son portadores de una cultura agraria y
son un pueblo familiarizado con el comercio del Altiplano.
El Comercio, 29 de enero de 2014
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