El presidente Ollanta Humala ha enfatizado que "el liderazgo de la política
ambiental no puede estar ligado a organizaciones no gubernamentales (ONG)...
nadie las eligió". Algo fundamental para que la agenda nacional no la dicten los
intereses extranjeros que las financian, vía fundaciones ideologizadas, fondos
de dudosa procedencia afincados en paraísos fiscales, sectas cristianas
nórdicas, entre otras. Pero...
Hoy las ONG tratan de dirigir el quehacer nacional y jaquear al gobierno.
Protestan contra las medidas a favor de la seguridad ciudadana; marchan para
traerse abajo los proyectos energéticos; desinforman y promueven revueltas
contra la minería en nombre de una falsa "defensa del agua"; se arrogan la
representatividad de los indígenas "no contactados" (¿cómo saben qué quieren o
necesitan si no hay contacto?).
"Nadie las eligió", pero cercan al presidente, enrarecen el clima para las
inversiones, enturbian las relaciones de las comunidades con los proyectos
aledaños a sus poblados, satanizan la labor empresarial y usan a la población
como coartada para captar fondos.
Mientras tanto las vapuleadas empresas desarrollan proyectos de
responsabilidad social -en salud, nutrición y educación- coordinadamente con las
organizaciones populares de base y las iglesias, muchas veces allende el alcance
del Estado, y donde los más conspicuos "voceros" oenegeneros jamás han puesto
pie, pues andan más ocupados en sus citas internacionales, montando patrañas
contra su propia patria para luego pasar el sombrero.
Son agitadores a sueldo contra la formalidad y el libre mercado. Vociferan
mentiras y silencian lo medular: nada dicen sobre los estragos ambientales,
sociales y morales de la delincuencia internacional de la minería ilegal (que
mueve el doble del dinero que el narcotráfico), de las mafias forestales o del
narcotráfico. Y lo callado, aniquila y contamina el ambiente (¿no eran
defensores del agua?); genera corrupción, se vincula con el trabajo forzado y el
tráfico de personas, especialmente prostitución de menores en las zonas de
minería ilegal e informal.
Si hay temores de que el presidente pudiera retomar el anacrónico sendero de
"La gran transformación" (LGT), postulado en la primera vuelta electoral, más
debería preocuparnos la táctica de "La gran confusión" de las ONG.
Al paralizar inversiones y proyectos de infraestructura, propiciar conflictos
sociales y desconfianza, puede ser igual tan dañina como LGT, para la
estabilidad democrática, el ejercicio de los derechos civiles y la salud
económica del país.
Ayer, por ejemplo, 7 asociaciones y ONG de comunicadores (entre ellos RED TV,
compuesta por 50 canales; y CNR, que articula más de 60 estaciones radiales)
siguiendo el guion de "La gran confusión", dijeron: "Sin comunicación no hay
derechos", con la intención de descalificar el éxito del grupo que edita este
Diario. Ante su verborrea solo cabe preguntarse ¿por qué no trabajan para hacer
competitivos y rentables sus medios?.
El Comercio, 18 de enero de 2014
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