Sobre el cine se ha teorizado y teorizará hasta el cansancio. ¿Qué es? ¿Cuál es su génesis, la secuencia, el encuadre, el fotograma, el aluro de plata que reacciona químicamente a la luz? El espectador común es ajeno a toda esta humareda de ideas en las cabezas de los investigadores y críticos del séptimo arte. Va al cine para tener una experiencia, para que otra realidad lo toque, para vivir un tiempo distinto al cotidiano en el que se puede saltar tres siglos en un segundo y llegar a otros mundos, ser parte de una mentira que creemos e insistimos en creer. La primera y única regla del cine es, a fin de cuentas, convertir a un grupo de espectadores en un cuerpo único y despertar en ellos lo que el director se propuso: risas, miedo, ternura. ¿Qué hace buena o mala una película? Nada y todo. Estamos frente a lo que el gran Armando Robles Godoy llamaba “el lenguaje misterioso”, y su mayor misterio es por qué logra seguir maravillándonos.
El dominical, 06 de marzo de 2011
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