Había una vez un niño que quería pintar. Su papá pensaba que eso de andar entre pinceles y óleos era cosa de bohemios y borrachos, probablemente sin saber que en Lima todo lo es. Así, decidió que el talento del hijo se volcara en un oficio más serio y lo guió hacia la fotografía. El joven quedó fascinado. Descubrió que con una cámara podía también crear, decir, expresar, denunciar, volcar su sensibilidad y perennizar los instantes. Y ese niño que quería pintar se convirtió en el mejor reportero gráfico que tuvo el Perú en el siglo XX. Carlos ‘Chino’ Domínguez ha dejado en herencia un millón de negativos que narran la historia peruana del último medio siglo, pero fundamentalmente ha demostrado –lo que nadie puede– que el fotoperiodismo también es arte, un arte que aún busca su espacio y críticos capaces de comprender la estética que plantean estas imágenes que dicen, que asombran y, las más de las veces, estremecen.
El dominical, 27 de febrero de 2011
No hay comentarios.:
Publicar un comentario