Dos derrames de crudo en Urarinas han generado una situación
insostenible. Los niños son los más afectados.
Las dos últimas semanas la prensa nacional e internacional se centró en
la noticia ambiental que supuso la realización de la COP 20, en Lima. La
atención de todos se enfocó en esa cumbre climática donde se debatió la
reducción de la quema de combustibles fósiles (principalmente petróleo).
Paradójicamente, mientras se hablaba y hablaba de esto en la capital peruana,
una realidad devastadora se vivía y vive en la selva norte, a consecuencia de
dos derrames de la empresa estatal Petro-Perú, uno ocurrido en junio y el otro
en noviembre.
"Los niños no están caminando bien; más que todo los colegiales,
están muy tristes, duermen en el colegio, no es conforme era antes, cuando
había los peces. Los niños están cada vez más enfermos, viven con diarrea, con
hinchazón de barriga. Los profesores dicen que los niños cada día están mal, no
rinden". Tal es el testimonio de Sara Vásquez Silva, de la comunidad de
Cuninico, recogido a mediados de noviembre por Juan Carlos Ruiz Molleda, del
IDL, y Carmen Arévalo Salas, de la Comisión de Justicia y Paz del Vicariato de
Iquitos. Esta es apenas una parte del drama de varias comunidades del distrito
de Urarinas, Loreto.
Como se recuerda, en junio un derrame de Petro-Perú en Cuninico devastó
la flora y fauna de una amplia zona. Ello afectó la salud, la forma de vida,
subsistencia y economía de la población. Un segundo derrame ocurrió en
noviembre.
Hasta ahora la petrolera estatal no ha remediado la zona, pero -según
denuncia el portal de noticias Servindi- Petro-Perú dice haber concluido la
remediación ambiental, por lo que no seguirán con esas labores. El Estado
brilla por su ausencia y no hay quien llame al orden a la petrolera para que
revierta la debacle ambiental generada, brinde atención médica a la población y
a los menores contratados inicialmente para limpiar el petróleo sin ningún tipo
de protección.
A seis meses del primer derrame, las comunidades nativas kukamas de
Cuninico, Nueva Santa Rosa, Urarinas, Nueva Esperanza, San Francisco, Saramuro
y San Pedro, distrito de Urarinas, Loreto, están profundamente afectadas.
"El pueblo kukama ha perdido su fuente principal de alimentación y
subsistencia. Iquitos y Yurimaguas, que se abastecían de pescados de la zona,
ya no lo hacen por temor a consumirlo contaminado", sostiene Servindi. Una
tragedia ambiental y un drama humano que el Estado debe atender ¡ya! Una
desgracia típica de un Estado que se las da de empresario. ¿A quién le
reclamará si él mismo generó el problema y la contaminación?
DERECHOS VULNERADOS
Menores contaminados
En setiembre pasado, Juan Carlos Ruiz Molleda y Carmen Arévalo Salas
recogieron testimonios de los jóvenes utilizados para recoger el petróleo
derramado por Petro-Perú en junio. Esto hasta que un reporte de
"Panorama" reveló el uso de menores de edad para estas labores de
riesgo, y sin contar con equipos de protección. Es más, algunos mencionaron que
entraban en el petróleo solo en calzoncillos. Los efectos no se hicieron
esperar.
Uno de ellos, de apenas 15 años, Keneth Aspajo, reveló haber tenido una
"fiebre fatal, frío y escalofrío, dolor de huesos. Me llevaron al tópico y
me dijeron que ellos no podían hacerse cargo. Tengo irritación en la vista,
dolores de hueso, cansancio".
La contratación de estos menores no solo violó todas las normas, sino
que demostró que Petro-Perú no tenía ningún plan de contingencia en caso de
derrames.
Según el Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos (NHI, por sus
siglas en inglés): "Los derrames de petróleo tienen el potencial de afectar
la salud de las personas... pueden causar irritación en la piel. Tragar
pequeñas cantidades (menos de una taza de café) puede causar malestar
estomacal, vómitos y diarrea".
Martha Meier M.Q.
Editora Central
El Comercio, 16 de diciembre de 2014
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