En apenas tres días concluye la COP 20, la reunión que le ha costado al
país 77,6 millones de dólares. ¿Habrá valido la pena?
"Debe ponerse fin a la descarga de sustancias tóxicas o de otros
materiales y a la liberación de calor, en cantidades o concentraciones tales
que el medio no pueda neutralizar, para que no se causen daños graves o
irreparables a los ecosistemas. Debe apoyarse a la justa lucha de los pueblos
de todos los países contra la contaminación".
Así reza el Principio 6 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre
el Medio Humano, o Conferencia de Estocolmo (1972), la primera gran cumbre de
la ONU sobre la problemática ambiental global, convocada por el legendario
birmano U Thant, entonces secretario general de las Naciones Unidas. Para los
expertos fue un punto de inflexión en el desarrollo de las políticas
ambientales globales, pero 42 años después "la vida sigue igual",
como cantaba Julio Iglesias (y esto en un sentido negativo).
Quizá no haya que ser optimistas con los resultados de la COP 20. De
hecho, la de Lima es la reunión número 20 porque en las 19 anteriores no se
llegó a ningún acuerdo para implementar un convenio mundial vinculante de lucha
contra el cambio climático, una meta perseguida desde 1992, tras la Cumbre de
la Tierra (Río de Janeiro).
El asunto no es fácil: hay que romper el paradigma de una economía
sustentada en el petróleo y pasar a una de energías limpias, sin colapsar el
modelo. Pero el asunto no es solo energético, pues alcanza a la industria de
fibras sintéticas, plásticos y otros materiales vitales en el siglo XXI.
La dependencia del petróleo terminará solo si cambiamos paralelamente la
matriz energética y recreamos la industria de materiales. Es ingenuo alegrarse
por recibir dinero para la reconversión de una mínima parte del transporte
público de Lima, eso es bueno para la imagen de la capital, no más. Debemos
batallar, más bien, por fondos para la investigación y desarrollo a gran escala
de materiales alternativos (como el de plásticos a partir de caparazón de
crustáceos, cáscaras de papa o plátano, maíz, caseína, arroz, entre otros),
aunque sea experimentalmente.
Desde la década del 90, el Perú asumió compromisos en la lucha contra el
cambio climático. Ganas no faltan, lo que hay es ausencia de enfoque e
incomprensión del importante rol de la investigación científica y tecnológica.
Así resulta más importante un Concytec fortalecido que la labor del Ministerio
del Ambiente.
¿Qué pasará? Lo sabremos el 12, pero finalmente el próximo año en París,
la última posibilidad de la Tierra para lograr un convenio contra el cambio
climático.
UNA Y OTRA VEZ
Recuerdos de la COP 4
En 1998 se llevó a cabo la cuarta reunión de las partes de la Convención
Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, o COP 4. Esta misma
columnista desde 1992 ha seguido el proceso de las COP, cubriendo la mayoría de
estas reuniones a lo largo de más de dos décadas. A continuación se incluyen
las líneas de aquella cita, lo que bien podría ser el colofón de esta COP 20.
"Mientras tanto, el panorama de lo que saldrá de Buenos Aires no
está claro. No faltan los anuncios pesimistas asegurando que la cita de las
Naciones Unidas concluirá sin avances significativos. Y no quedará más que
esperar a la COP 5 del año venidero, cuya sede sería probablemente Turquía".
Se dispara entonces la célebre pregunta del ilustre conservacionista
chileno Godofredo Stutzin: ¿Sirven las conferencias ecológicas?, con la que
tituló en 1977 un artículo aparecido en "El Mercurio", de Santiago.
Se respondía el mismo Stut-zin: "Un creciente sentimiento de
frustración se apodera inevitablemente de quienes asisten a estas conferencias
con la mente puesta no solo en los papeles que van formando montañas
representativas de otros tantos bosques talados, sino más que nada en los
porfiados hechos que, no obstante las recomendaciones, resoluciones,
evaluaciones y planes de acción, siguen su curso rumbo a la agonía biológica
del planeta. Todo indica, por desgracia, que el 'Homo sapiens' no será capaz de
enmendar su rumbo suicida 'por la razón' y que solo aprenderá la lección
ecológica 'por la fuerza', a través de los castigos cada vez más drásticos que
le ha de propinar la misma naturaleza".
Martha Meier MQ.
Editora Central
El Comercio, 09 de diciembre de 2014
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