En diciembre Lima será sede de la COP 20, importante cita climática
mundial, con implicancias sobre nuestra vida diaria.
El mundo mira al Perú como anfitrión de la Conferencia de las Partes
(COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
que congregará a las principales autoridades y activistas mundiales.
Se intenta llegar a acuerdos mínimos para revertir el cambio climático,
un proceso desencadenado por las actividades humanas, es decir por todos
nosotros.
Mantener nuestro cómodo y despilfarrador estilo de vida fomenta la
emisión de las toneladas de gases de efecto invernadero (GEI). De paso
destruimos los principales sumideros de esos gases, es decir los bosques, con
fines agrícolas, ganaderos, forestales y energéticos.
Poco se ha avanzado en las 19 grandes conferencias internacionales
previas, y muchas otras de trabajo. Y es que estamos ante el mayor intento por
romper el paradigma de la economía del petróleo y pasar al de una economía
verde, basada en energías limpias como la solar, viento (eólica), mareas, entre
otras.
Este gran cambio incluye hasta nuestra dieta, que debiera ser
vegetariana, con cultivos de temporada procedentes de zonas cercanas y no de
áreas deforestadas ni lejanas que requieran transporte convencional.
La carne, leche, yogur, helados y mantequillas no van más (tampoco usar
cuero), porque las flatulencias y eructos del ganado vacuno producen metano y
óxido nitroso, GEI más dañinos para el clima que el dióxido de carbono (CO2).
Solo en Estados Unidos la ganadería emite anualmente más GEI que 22 millones de
autos juntos. De hecho la industria ganadera es la tercera emisora de esos
gases, después del consumo energético (familiar e industrial) y del transporte.
Este es otro punto: hasta contar con motores alimentados por energías limpias
deberíamos caminar más o montar bicicleta
La debacle climática, pues, no es responsabilidad solo de empresas cuya
finalidad, al fin y al cabo, es satisfacer nuestras necias necesidades. Así, la
COP 20 reta nuestras costumbres y conciencia ambiental.
Aquí no hay empresas perversas ni países reacios a asumir compromisos, sino
gente que quiere seguir usando petróleo en la forma de bolsas, envases y
juguetes plásticos; fibras artificiales (nailon, poliéster); autos dependientes
de combustibles fósiles, hasta como materia prima de las llantas; y gente que
sobreconsume energía; familias aglutinadas en ciudades que generan también
calentamiento.
La solución climática pasa por los consumidores, y por que los gobiernos
prioricen la conservación de los bosques, creación de áreas verdes urbanas e
invertir en ciencia y tecnología, buscando soluciones y alternativas (algo que
compete, también, a las empresas).
Si no estamos dispuestos a cambiar, la COP 20 será una reunión más.
CIUDAD
Una isla de calor
Ad portas de la COP 20, el señor Manuel Velarde (PPC), recientemente
elegido alcalde de San Isidro, cuenta entre sus declaraciones que ese distrito
"no necesita más áreas verdes". Parece que desconoce el fenómeno de
la "isla de calor", una situación urbana de acumulación de
temperatura en zonas donde se concentran grandes construcciones, como el centro
financiero del distrito. La falta de áreas verdes y las emisiones contaminantes
del transporte promueven también la "ola de calor".
Existe una relación directa entre la mayor temperatura urbana y la
escasez de vegetación. Todo esto favorece el cambio climático. Alcaldes sin una
visión ambiental, como Velarde, no convertirán a nuestros distritos en ejemplo
durante la COP 20.
Su desatinada afirmación deja a San Isidro sin liderazgo entre las
ciudades que batallan contra el cambio climático y resultan incomprensibles en
la capital que recibirá a 195 líderes internacionales preocupados por el tema
(MMMQ).
Martha Meier MQ.
Editora Central
El Comercio, 18 de noviembre de 2014
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