Nutrir a
la marginada población altoandina, revalorizar su mano
de obra
y fortalecer la agroindustria empiezan con el tarwi.
Adecuada
nutrición para las comunidades altoandinas, harina, aceite, leña, papel,
pesticida natural, fijación de nitrógeno en suelos desgastados, cultivo en
ladera para proteger de la erosión, bajo requerimiento de agua, resistencia a
las heladas, propiedades para controlar la diabetes, todo eso y más es lo que
ofrece esta olvidada planta de nuestra flora nativa: el espectacular tarwi
('Lupinus mutabilis').
Los
primeros españoles que pisaron nuestra América comprendieron su valor. Ya en
1539 el padre Valverde le envía una carta al rey de España para sugerirle que
los impuestos fuesen pagados con los granos de esta leguminosa. No le faltó
razón.
Hoy
sabemos que es el alimento más completo de la Tierra. Frente a su altísimo
contenido de proteínas y lípidos, palidecen la quinua, la kiwicha, la cañihua y
otros superalimentos de la región (es propia, también, de Bolivia, Ecuador, y
en menor escala en Chile y Argentina).
Restos
de sus semillas se encontraron en la costa peruana, en tumbas de la cultura
Nasca (100-500 años a.C.); y figuras pintadas de la planta decoran algunos
ceramios de la cultura Tiahuanaco. Para 1982, Santiago Antúnez de Mayolo
-notable investigador de la dieta precolombina- logró demostrar la importancia
del 'L. mutabilis' en la nutrición prehispánica.
Diversos
usos
El tarwi
es uno de los mayores tesoros de nuestra flora nativa. La expansión de su
cultivo ayudaría a garantizar la adecuada nutrición de los sectores más
marginados de los altos Andes y sería uno de los pilares de la seguridad
alimentaria nacional.
Datos de
la FAO indican que el grano cosechado y seco se puede almacenar hasta por
cuatro años en las condiciones de la sierra, "sin mayores pérdidas de
valor nutritivo ni germinación" y que algunos se conservaron "por más
de 10 años sin variaciones, sobre todo si se los guarda en envases
cerrados".
Como si
esto no fuera suficiente, su tallo leñoso es buen combustible: calor para
abrigar durante el friaje, fuego para cocer los alimentos. Por su alto
contenido de celulosa puede, inclusive, ser industrializado para la obtención
de papel.
El tarwi
no puede correr el destino de otros supercultivos andinos, en cuyo cultivo,
exportación e industrialización quedamos ya rezagados. Allí están los casos de
la arracacha, ahora producida en Brasil; la quinua en Estados Unidos y algunos
países europeos; la oca en Nueva Zelanda; el yacón en Japón; la achira en
Vietnam, entre otros muchos que no mencionaremos para no echarnos a llorar.
Se
desprecia al alimento entregado por nuestro suelo bendecido y crece la
dependencia de productos importados como una expresión más del desprecio a la
ancestral sabiduría campesina. Esos guardianes de la rica biodiversidad peruana
son, paradójicamente, garantes de la seguridad alimentaria nacional y los más
afectados por la desnutrición.
Esperemos
que nuestras autoridades tengan la visión de rescatar al tarwi (chocho o
lupino). Es lo inteligente y una señal clara de que la inclusión social no es
solo un discurso.
Medicinal
y nutritiva
Propiedades
En las
zonas andinas, el tarwi ha sido usado, desde tiempos milenarios, para
afecciones y debilidades cardíacas, mal funcionamiento de los riñones, control
de la glucosa en caso de diabetes y como ingrediente de una bebida para la
resaca, entre otras.
Es,
además, una riquísima fuente de proteínas (hasta 50%, por cada 100 gramos de
granos, frente a 14% de la quinua), por lo que se convierte en buen sustituto
de las carnes rojas.
Sus
grasas -de una altísima calidad- permiten pensar en su industrialización -en
las olvidadas alturas- para obtener aceite comestible (en lugar de la foránea
soya, adaptada solo a la Amazonía y cuyo cultivo requiere la deforestación de
grandes extensiones).
Estos
granos son una bomba vitamínica (A, B, E) y de minerales y micronutrientes:
(hierro, calcio, fósforo, zinc, sodio, lisina y pectina).
Dicho
esto, aquí viene la pregunta incómoda: ¿Por qué no se utiliza en los programas
sociales como Qali Warma?
Martha Meier MQ.
El Comercio, 15 de julio de 2014 (Página de Ecología)
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