Hoy se
recuerdan 60 años de la muerte de Frida Kahlo. La artista nació y murió en una
casa de Coyoacán pintada de color azul cobalto. Esa casa fue testigo de amores,
fiestas y tragedias, y es ya una leyenda.
*Atravesar
el umbral de la Casa Azul es sumergirse en la particular cosmovisión de Frida
Kahlo. La primera visión es un patio donde se respira el aire de la cultura
popular mexicana. Ese patio es un corazón poblado de vegetación, figuras
prehispánicas, expresiones del arte popular e infaltables ofrendas florales.
Hoy la
"casa" es un museo -el quinto más visitado de México- dedicado a
conservar el mundo raro de la atormentada pintora Frida Kahlo (1907-1954); esa
mujer que es la expresión máxima de la noción de hembra alfa: brillante,
rebelde, seductora y coleccionista de amantes, ante la que caían -como
fulminados por un relámpago-, hombres y mujeres.
Lo
femenino
Sobre
Frida escribió Carlos Fuentes: "Madre envuelta en falda de serpientes,
muestra su cuerpo lacerado y sus manos ensangrentadas como otras mujeres
muestran sus broches [...]. Es Frida Kahlo diciéndole a todos los presentes que
el sufrimiento no marchitaría, ni la enfermedad haría rancia, su infinita
variedad femenina". Fue en su novela "Los años con Laura Díaz"
(Alfaguara, 1999) donde comprendía su espíritu como el de Coatlicue, la diosa
azteca de la fertilidad, patrona de la vida y la muerte, y guía del
renacimiento.
Morir
temprano
Frida
murió a los 47 años en la misma casa azul donde había nacido. "Espero
alegre la salida y espero no volver jamás", fue lo último que escribió en
su diario, sabiéndose a puertas de la muerte.
Una vida
corta, pero intensa. Fugaz, pero productiva. Una existencia marcada por la
alegría y la fiesta, pese al dolor físico y emocional: la polio la atacó de
niña deformándole las piernas, luego un accidente de bus la dejó paralizada,
atada a una cama y a una silla de ruedas. Postrada en esa casa azul empezó a
pintar convirtiéndose en ícono del arte del siglo XX.
Comunistas
unidos
La Casa
Azul de Coyoacán fue el centro gravitante de buena parte de la intelectualidad
de izquierdas de aquellos años. Después de todo allí vivía con su marido Diego
Rivera, el mejor pintor de aquellos tiempos.
La pareja
era inusual, ella menuda y frágil; él excéntrico, inmenso como un oso. Se
casaron en 1929, pero eso no fue obstáculo para que ambos establecieran otros
amoríos.
En su
novela "El hombre que amaba a los perros" (Tusquets, 2009) el cubano
Leonardo Padura recrea el tiempo en que Rivera, Kahlo y el líder comunista ruso
León Trotsky (y su mujer Natalia) convivían bajo el mismo techo de la Casa
Azul, enredados en amoríos entre ellos.
Las
páginas de Padura parecen ficción, pero en esa casa pasó literalmente de todo y
pasaron casi todos: desde el poeta ruso Maiakovski, según narra el novelista
español Juan Bonilla (1966) en "Prohibido entrar sin pantalones"
(Seix Barral, 2013), hasta Pablo Neruda y André Breton. Para este último
"El arte de Frida Kahlo de Rivera es una cinta alrededor de una
bomba". Breton como Trotsky cayó rendido ante los encantos de Kahlo, y a
ella nada la inhibió de juguetear con todos los cuerpos.
Esa
libertad, sus dolores crónicos, su alma y pinturas sufrientes y su intento de
mantener la alegría, fueron el proceso de construcción de su propia identidad.
Modelo
de muchos
Esa casa
fue visitada, además, por los fotógrafos más célebres que buscaban departir con
el ya muy famoso Diego Rivera. La sorpresa de todos era grande al encontrarse
con la misteriosa Frida, que cumplía a la perfección y con gusto su rol de
anfitriona.
Poco a
poco su figura empezó a interesarle a fotógrafos de la talla de Man Ray,
Nickolas Muray (uno de sus amantes), Edward Weston, Tina Modotti, entre otros.
La
historia de la fotógrafa Modotti fue recreada por Elena Poniatowska en su
novela "Tinísima" (Era, 1992), recorrido íntimo de una vida tocada
por el arte, la militancia estalinista y el amor, disputándose el alma y el
cuerpo de una mujer.
Muchos
aseguran que Modotti y Frida vivieron un romance, y que la fotógrafa convertida
en agente del estalinismo la introdujo en los círculos comunistas mexicanos. Se
dice, también, que gracias a Modotti habría Frida conocido al muralista Rivera.
Risa
atrapada
Los
muros de la Casa Azul hablan, en ellos resuenan las carcajadas de Frida, su voz
ronca y las palabrotas que gustaba soltar para ver qué efecto causaban.
La
hembra alfa sigue allí, sin duda. Su espíritu está encerrado en el azul porque
Diego Rivera dejó claramente expresado en su testamento que ningún objeto
personal saliera jamás de esos muros de la casa de Coyoacán.
Martha Meier MQ.
Editoral Central
El Dominical, 13 de julio de 2014
No hay comentarios.:
Publicar un comentario