Colorín colorado este cuento no ha acabado, dijimos en esta misma columna durante la campaña municipal refiriéndonos a la electa alcaldesa de Lima, Susana Villarán de la Puente, lideresa de Fuerza Social, FS. Hoy vislumbramos un final sin “y… fueron felices y comieron perdices”. En esta historia por poco y el lobo se come a la Caperucita, y ni crean que no seguirá tratando de hacerlo. Un lobo encarnado en esa retahíla de muertos vivientes de la izquierda cavernaria que convocó por exceso de confianza. Como era de preverse, los tales le dieron la espalda y ahora “fiscalizarán la gestión” de quien los llevó a convertirse en regidores, algo que jamás hubieran logrado por sus propios méritos (que por cierto nadie conoce).
Pese a todo, Susana Villarán ha demostrado que su compromiso con Lima está por encima de todo: “Tenemos por principio cumplir lo que hemos prometido: fidelidad al programa y garantizar la gobernabilidad porque es nuestra primera necesidad”, aseguró en entrevista concedida a El Comercio. Y es de creerle, pero la doña no la tendrá fácil: asumirá un cargo que su antecesor –el hoy candidato presidencial Luis Castañeda Lossio– dejó con más de 80% de aprobación (ella cuenta con poco más de 30%) e ingresa debilitada frente a la opinión pública por los dimes y diretes de sus otrora aliados. A esos habría que decirles que aquí estamos los vecinos y las vecinas de Lima –inclusive quienes no votamos por ella– para respaldar también su gestión y ahuyentar a esos lobos que ya empezaron a aullar sin siquiera haberse sentado como regidores.
El final de la primera década del siglo XXI está a la vuelta de la esquina y un signo de los nuevos tiempos ha sido, sin duda, la elección por voto popular de una mujer como alcaldesa de esta tres veces coronada y caótica villa. Hay que reconocer que Susana Villarán es la simpatía hecha persona, el carisma andante, una sonrisa con pies, lo cual contribuyó a que triunfara frente a Lourdes Flores Nano, una política fogueada y de impecable trayectoria. Votos más votos menos, lo cierto es que Lima terminó confiando en ellas más que en los “ellos” candidatos. Punto, sanseacabó, retuérzanse los machistas. Y si de ideologías se trata, las elecciones distritales demostraron la vocación centrista y de centroderecha de esta ciudad mazamorrera: el Partido Popular Cristiano, PPC (la derecha tradicional), se la llevó facilito en una buena cantidad de distritos y cuenta con 13 regidores electos para la alcaldía metropolitana. Villarán ha dicho: “El apretón de manos con Lourdes Flores significó que ambas queremos lo mejor para la ciudad. Ya la campaña quedó atrás y lo que importa es la gobernabilidad”. Bien por ambas, una extraordinaria nuestra de convivencia democrática, y suerte para quienes habitamos en esta metrópoli inmensa y complicada que tuvo dos alcaldes hasta 1839. Recordemos –como escribió nuestro director Francisco Miró Quesada Rada– que Lima “fue una diarquía [dos en el gobierno], una organización idéntica a la ateniense que contaba con dos arcontes y a la romana, con dos cónsules […] Nicolás de Ribera ‘El Viejo’, designado alcalde de Lima por Francisco Pizarro, compartió sus funciones con Juan Tello”.
De alguna manera estas dos mujeres, sin querer queriendo, terminarán gobernando juntas la ciudad. La una por elección, la otra vía los regidores de su partido comprometidos a contribuir con “la de la chalina verde”, para resolver asuntos medulares: inseguridad, caos del transporte, contaminación, mala zonificación, desorden territorial, vulnerabilidad de áreas arqueológicas y otras zonas monumentales y ecológicas, amén de lo que afecta directamente a millares de familias limeñas: insalubridad, desnutrición, carencia de agua y desagüe, entre otros. No nos queda más que desearle lo mejor a la alcaldesa electa y reconocer la estatura moral de Lourdes Flores al dejar de lado las discrepancias ideológicas y concentrarse en las coincidencias para sacar adelante la capital del Perú. Diríase que este entendimiento es un bonito regalo de Papá Noel, así que…¡Feliz Navidad!
Pese a todo, Susana Villarán ha demostrado que su compromiso con Lima está por encima de todo: “Tenemos por principio cumplir lo que hemos prometido: fidelidad al programa y garantizar la gobernabilidad porque es nuestra primera necesidad”, aseguró en entrevista concedida a El Comercio. Y es de creerle, pero la doña no la tendrá fácil: asumirá un cargo que su antecesor –el hoy candidato presidencial Luis Castañeda Lossio– dejó con más de 80% de aprobación (ella cuenta con poco más de 30%) e ingresa debilitada frente a la opinión pública por los dimes y diretes de sus otrora aliados. A esos habría que decirles que aquí estamos los vecinos y las vecinas de Lima –inclusive quienes no votamos por ella– para respaldar también su gestión y ahuyentar a esos lobos que ya empezaron a aullar sin siquiera haberse sentado como regidores.
El final de la primera década del siglo XXI está a la vuelta de la esquina y un signo de los nuevos tiempos ha sido, sin duda, la elección por voto popular de una mujer como alcaldesa de esta tres veces coronada y caótica villa. Hay que reconocer que Susana Villarán es la simpatía hecha persona, el carisma andante, una sonrisa con pies, lo cual contribuyó a que triunfara frente a Lourdes Flores Nano, una política fogueada y de impecable trayectoria. Votos más votos menos, lo cierto es que Lima terminó confiando en ellas más que en los “ellos” candidatos. Punto, sanseacabó, retuérzanse los machistas. Y si de ideologías se trata, las elecciones distritales demostraron la vocación centrista y de centroderecha de esta ciudad mazamorrera: el Partido Popular Cristiano, PPC (la derecha tradicional), se la llevó facilito en una buena cantidad de distritos y cuenta con 13 regidores electos para la alcaldía metropolitana. Villarán ha dicho: “El apretón de manos con Lourdes Flores significó que ambas queremos lo mejor para la ciudad. Ya la campaña quedó atrás y lo que importa es la gobernabilidad”. Bien por ambas, una extraordinaria nuestra de convivencia democrática, y suerte para quienes habitamos en esta metrópoli inmensa y complicada que tuvo dos alcaldes hasta 1839. Recordemos –como escribió nuestro director Francisco Miró Quesada Rada– que Lima “fue una diarquía [dos en el gobierno], una organización idéntica a la ateniense que contaba con dos arcontes y a la romana, con dos cónsules […] Nicolás de Ribera ‘El Viejo’, designado alcalde de Lima por Francisco Pizarro, compartió sus funciones con Juan Tello”.
De alguna manera estas dos mujeres, sin querer queriendo, terminarán gobernando juntas la ciudad. La una por elección, la otra vía los regidores de su partido comprometidos a contribuir con “la de la chalina verde”, para resolver asuntos medulares: inseguridad, caos del transporte, contaminación, mala zonificación, desorden territorial, vulnerabilidad de áreas arqueológicas y otras zonas monumentales y ecológicas, amén de lo que afecta directamente a millares de familias limeñas: insalubridad, desnutrición, carencia de agua y desagüe, entre otros. No nos queda más que desearle lo mejor a la alcaldesa electa y reconocer la estatura moral de Lourdes Flores al dejar de lado las discrepancias ideológicas y concentrarse en las coincidencias para sacar adelante la capital del Perú. Diríase que este entendimiento es un bonito regalo de Papá Noel, así que…¡Feliz Navidad!
El Comercio, 25 de diciembre de 2010
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