La anchoveta es un pequeño pez cuyo inmenso potencial nutritivo, gastronómico, económico y ecológico no deja de sorprender. Está íntimamente ligado a la historia del Perú desde tiempos precolombinos y contribuyó a la aparición de las primeras civilizaciones costeras. La doctora Ruth Shady, descubridora de Caral —la ciudad más antigua de América recientemente declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad—, sostiene que “tuvo un papel crucial para balancear la alimentación de la población y para sustentar el desarrollo social”. Hasta donde se ha investigado, más del 50% de los requerimientos calóricos en Caral procedían del mar.
Sobre la anchoveta se asienta la “hipótesis de la fundación marítima de las civilizaciones andinas” que aborda a la pesca (y no a la agricultura), como la primera actividad promotora de pequeños asentamientos costeros que con el tiempo formaron extensas comunidades sedentarias forjadoras de la civilización peruana. Ya en tiempos contemporáneos el recurso dinamizó la economía a través de la industria de la harina de pescado dando pie a la creación de nuevos grupos económicos y fortunas. La anchoveta, pues, ha acompañado el devenir de nuestra historia desde tiempos inmemoriales.
A lo largo del tiempo la explotación desordenada y la sobrepesca industrial no solo han generado profundos problemas de contaminación, y el colapso de especies de fauna dependientes de este pez para su supervivencia (aves guaneras, lobos de mar, diversos peces de consumo humano como el jurel, la caballa, entre otros), sino que han puesto en riesgo a la propia industria pesquera peruana, la segunda más grande del planeta. En este contexto, el Decreto Legislativo 1084, que establece los límites máximos de captura por embarcación (LMCE), es el mejor seguro para salvaguardar la biomasa de tan importante especie.
La ministra de la Producción, Elena Conterno Martinelli, nos recuerda que “en el año 1972 casi se llegó a la depredación total de la anchoveta y tomó diez años volver a un nivel aceptable”. El orden y la eficiencia que promueve la ministra sintoniza finalmente al sector pesquero con la conservación de la biodiversidad, el desarrollo sostenible, el aprovechamiento racional y responsable de las riquezas hidrobiológicas que son patrimonio del Perú en su conjunto (algo que hace unos años parecía imposible de lograr).
El potencial económico de la anchoveta es inmenso pero mucho más importante resulta sin duda su riqueza en ácidos grasos esenciales, proteínas, minerales como el hierro y fósforo así como vitaminas, especialmente B1 o tiamina y C. Incluir a la anchoveta en la dieta nacional y llevarla hasta las mesas más humildes permitirá erradicar la desnutrición y fortalecer la salud integral de una gran mayoría de peruanas y peruanos. Tomando la posta del ex ministro Rafael Rey, la actual ministra de la Producción ha comprendido que conservar el recurso garantiza la seguridad alimentaria y, al mismo tiempo, el desarrollo sostenible, rentable y a largo plazo de la industria pesquera en beneficio del país.
Sobre la anchoveta se asienta la “hipótesis de la fundación marítima de las civilizaciones andinas” que aborda a la pesca (y no a la agricultura), como la primera actividad promotora de pequeños asentamientos costeros que con el tiempo formaron extensas comunidades sedentarias forjadoras de la civilización peruana. Ya en tiempos contemporáneos el recurso dinamizó la economía a través de la industria de la harina de pescado dando pie a la creación de nuevos grupos económicos y fortunas. La anchoveta, pues, ha acompañado el devenir de nuestra historia desde tiempos inmemoriales.
A lo largo del tiempo la explotación desordenada y la sobrepesca industrial no solo han generado profundos problemas de contaminación, y el colapso de especies de fauna dependientes de este pez para su supervivencia (aves guaneras, lobos de mar, diversos peces de consumo humano como el jurel, la caballa, entre otros), sino que han puesto en riesgo a la propia industria pesquera peruana, la segunda más grande del planeta. En este contexto, el Decreto Legislativo 1084, que establece los límites máximos de captura por embarcación (LMCE), es el mejor seguro para salvaguardar la biomasa de tan importante especie.
La ministra de la Producción, Elena Conterno Martinelli, nos recuerda que “en el año 1972 casi se llegó a la depredación total de la anchoveta y tomó diez años volver a un nivel aceptable”. El orden y la eficiencia que promueve la ministra sintoniza finalmente al sector pesquero con la conservación de la biodiversidad, el desarrollo sostenible, el aprovechamiento racional y responsable de las riquezas hidrobiológicas que son patrimonio del Perú en su conjunto (algo que hace unos años parecía imposible de lograr).
El potencial económico de la anchoveta es inmenso pero mucho más importante resulta sin duda su riqueza en ácidos grasos esenciales, proteínas, minerales como el hierro y fósforo así como vitaminas, especialmente B1 o tiamina y C. Incluir a la anchoveta en la dieta nacional y llevarla hasta las mesas más humildes permitirá erradicar la desnutrición y fortalecer la salud integral de una gran mayoría de peruanas y peruanos. Tomando la posta del ex ministro Rafael Rey, la actual ministra de la Producción ha comprendido que conservar el recurso garantiza la seguridad alimentaria y, al mismo tiempo, el desarrollo sostenible, rentable y a largo plazo de la industria pesquera en beneficio del país.
El Comercio, 04/07/2009
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