‘Ni una menos’ es el lema de la marcha en repudio a la violencia ejercida contra las mujeres, víctimas silentes de abusos sexuales, asesinatos, maltrato físico, emocional y psicológico. La mayoría de veces en sus propios hogares y por sus propias parejas y familiares.
En la marcha de hoy, debería recordarse también el martirio de las mujeres asháninka a manos del Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso. Ellas fueron violadas, mutiladas, embarazadas y forzadas a realizar labores domésticas. Un testimonio recogido por la CVR da cuenta que inclusive: “los senderistas les cortaban los senos y les metían cuchillo por la vagina…”. A saber, estos comunistas-terroristas exterminaron al 10% de esa población amazónica, es decir a unas siete mil personas.
A lo largo de los ochenta y principios de los noventa, Sendero Luminoso ocupó buena parte de los principales enclaves originarios de los asháninka, principalmente la selva central de la región Junín. La magnitud del genocidio perpetrado por Sendero contra ese pueblo se conoció recién el 11 de agosto de 1994, cuando una coordinada operación entre militares e indígenas, liberó a más de 10.000 mujeres y hombres asháninka, esclavizados. Sus cuerpos mostraban signos de tortura, desnutrición, falta de higiene y mutilaciones.
Sendero los forzaba a abandonar sus tierras y a establecerse en distintos “campos de producción”, separando a los hombres de sus mujeres y a estas de sus hijos. Los hombres fueron usados como fuerza de trabajo y las mujeres sistemáticamente violadas y embarazadas, eran simples “reproductoras de futuros cuadros político militares”, según escribió el destacado periodista José María ‘Chema’ Salcedo, quien investigó esos años de terror y realizó un documental y un largometraje sobre el tema. Pero el horror continúa.
Un remanente de los comunistas de Sendero sigue activo (aliados con los narcotraficantes) en la principal zona cocalera peruana: valles de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro-VRAEM. Continúan con la misma estrategia de guerra y han secuestrado a decenas de niños y niñas a los que retienen en "campamentos" de ideologización y adoctrinamiento del odio de clases. Se les entrena, también, en el uso de armas y en el matar. Los de Sendero siguen violando y embarazando a mujeres y niñas.
Esperemos que la marcha ‘Ni una menos’ recuerde a las mujeres asháninka, símbolo de resistencia y fortaleza. Aunque probablemente, dada la politización de la marcha solo oigamos los estribillos de siempre. Lástima por el Perú, por las mujeres del Perú y por la verdad de lo que ocurre en el Perú.
Expreso, 13 de agosto 2016
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