Inés Valdivia es pobre, pero las carencias materiales no frenan su compromiso con la educación; es una maestra olvidada por su gremio -el SUTEP- y el Ministerio de Educación le arrebató su trabajo, injustificadamente. Desde hace 37años se desplaza en una silla de ruedas, pero ningún obstáculo impide que dicte clases a los chiquitos más pobres de los cerros de San Juan de Lurigancho, cuyas escarpadas y húmedas alturas alcanza gracias a las mamás y papás que la cargan en su silla como a una santa en procesión.
Inés tenía 22 años cuando su destino fue sellado por la violenta represión de la dictadura militar de Morales-Bermúdez. El 4 de julio de 1979 (víspera del Día del Maestro) un grupo de profesoras coreaba consignas en la Plaza de Armas esperando el resultado del diálogo entre J.F. Guabloche, ministro de Educación de la dictadura, y una delegación de tres maestras, entre ellas Inés.
El ministro presentó un documento que resultó más bien un chantaje; Inés agarró ese papel y corrió a la Plaza de Armas para mostrar a sus colegas la indolencia estatal. Era invierno y hacía frío por eso vestía un poncho, era de color rojo y por eso la policía la identificó a distancia. La tiraron al suelo y patearon su espalda hasta quebrarle las vértebras. Despertó cuadripléjica en un hospital; el infame documento desapareció para siempre. Inés hubo de costear médicos, consultas, terapias y más hasta recuperar la sensibilidad de la cintura hacia arriba; vendió una pequeña propiedad en La Victoria, compró una silla de ruedas y se convirtió en vendedora ambulante para sobrevivir. Durante el primer alanismo la enviaron a Alemania y rehabilitó plenamente las extremidades superiores, pero el apoyo terminó apenas declinó convertirse en “niña símbolo” del aprismo.
Hoy enseña sin cobrar, consigue útiles para los más pobres; se recursea vendiendo tarjetas y artesanías que ella misma crea y enseña esas artes a las mamás del cerro, a las que repasa lectura, escritura, aritmética, cultura general. Les lee la Biblia para transmitir los valores cristianos y le reza a la Virgen de Guadalupe por un Perú justo.
En un mundo paralelo, el nuevo presidente convierte el patio de Palacio de Gobierno en el gimnasio privado más seguro de Lima y sus ministros exhiben atuendos deportivos importados. Mercedes Aráoz muestra la frivolidad de quienes encabezan la “revolución social” pepekausa y cuenta a los medios que fue víctima de violencia emocional “por temor a quedarse sola» y que “no era una mujer bella por muchos años”, por “gordita”. ¿Cuestión de clase? Sí pues, una clase con Inés Valdivia no le caería nada mal a Meche, PPK y a algunos de los suyos. Digo no más.
Foto: Diario La República
Expreso 06 de agosto de 2016
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