El martes apenas a cuatro días de la marcha ‘Ni una menos’, en repudio a la violencia contra las mujeres, fue aceptado el pedido de hábeas corpus a favor de Abimael Guzmán, líder del grupo terrorista Sendero Luminoso, y artífice de los más atroces crímenes contra las mujeres, especialmente las más pobres.
La senderista Elena Yparraguirre, su mujer, pretende victimizar al asesino Guzmán porque este padece psoriasis, o sea una simple condición de la piel, como podría ser el acné o la dermatitis seborreica; la psoriasis podrá serle incómoda pero no supone riesgo alguno para su vida.
La marcha ‘Ni una menos’ y toda iniciativa a favor de la seguridad de las mujeres, resultará simple hipocresía si no le recordamos a las nuevas generaciones, las atrocidades perpetradas contra las mujeres por el grupo terrorista Partido Comunista del Perú-Sendero Luminoso, encabezado por el aquejado de psoriasis.
La marcha del sábado pasado debió recordar el martirio de las asháninka a manos de Sendero, y el tema ser incluido en los libros escolares. Ellas fueron violadas, mutiladas y embarazadas. Un testimonio recogido por la CVR menciona que: “los senderistas les cortaban los senos y les metían cuchillo por la vagina…”. A saber, estos comunistas-terroristas exterminaron al 10% de ese pueblo amazónico (siete mil personas).
A lo largo de los ochenta y principios de los noventa, Sendero Luminoso invadió buena parte de los principales enclaves originarios de los asháninka, principalmente la selva central de la región Junín. La magnitud del genocidio se conoció recién el 11 de agosto de 1994, cuando una operación coordinada entre militares e indígenas, liberó a más de 10.000 mujeres y hombres asháninka. Sus cuerpos mostraban signos de tortura, desnutrición, falta de higiene y mutilaciones.
Sendero los había forzado a abandonar sus tierras, ubicándoles en distintos “campos de producción”, separando a los hombres de sus mujeres y a estas de sus hijos. Los hombres fueron fuerza de trabajo y las mujeres “reproductoras de futuros cuadros político militares”, según escribió el destacado periodista José María ‘Chema’ Salcedo, quien investigó esos años de horror que no han culminado.
Un remanente senderista sigue activo (aliado con los narcos) en la principal zona cocalera peruana: los valles de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro-VRAEM. Allí continúan con la misma estrategia de guerra, secuestran a niños y niñas a los que retienen en "campamentos" de ideologización, y capacitación en uso de armas.
Así las cosas ¿a quién le interesa la psoriasis del carnicero Guzmán?
Martha Meier M.Q
Expreso, 20 de agosto de 2016
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