El domingo se recuerda el "descubrimiento" de América:
encuentro con culturas inimaginables y un imperio de biodiversidad.
Una madrugada de luna menguante empezó la historia redonda de la Tierra.
Tres naves cargadas de soñadores y aventureros, hastiados de un viaje de
sacrificios que creían sin destino llegaron a su fin. A las dos de la mañana
del viernes 12 de octubre de 1492, el grito de ¡tierra! los despertó. Atrás
quedaron el desánimo y el callado miedo a míticos monstruos y abismos
engullidores de barcos. Ante ellos se abrió un nuevo mundo donde todo estaba
aún por nombrarse. Lejos estaban de saber que pisaban el mayor imperio de vida
animal y vegetal del planeta, pero no dejó de llamarles la atención tal verdor.
Colón describió a Guanahaní (isla que bautizó como San Salvador, hoy
Watling, Bahamas) como de "tanta verdura en tanto grado como en el mes de
mayo en Andalucía, y los árboles todos tan disformes de los nuestros como el
día de la noche, y así las frutas, y así las yerbas y las piedras y todas las
cosas".
El papel de la cordillera
América, especialmente Centroamérica y Sudamérica, alberga la mayor
variedad de plantas y animales del planeta. Hoy sabemos que en Sudamérica esto
resulta -según explica el Consejo Superior de Investigaciones Científicas
(CSIC)- por el papel clave del nacimiento de la Cordillera de los Andes. Esta
visión va más allá de lo ecológico (luz, temperatura y humedad) y se enfrenta
con las tesis tradicionales que consideran al gran río Amazonas como el gran
dinamizador de la explosión de la biodiversidad de la región. El rol de los
Andes empieza recién a ser pinvestigado, aunque quizá ya el barón Von Humboldt y
el mismísimo Antonio Raimondi lo comprendieron, por eso focalizaron su mirada
en la vida en la alta montaña.
En cuanto a la primera impresión de los europeos al ver este nuevo
paraíso natural en la América Central, Michel de Cúneo -navegante italiano que
acompañó a Colón en su segundo viaje- escribió a Jerónimo Annari: "Nacen
algunos árboles tan grandes que tienen de veinticinco a treinta y cinco palmos
a la redonda. Hay también infinidad de árboles de algodón, grandes como
higueras; también otros que dan frutos con que se tiñe de rojo y de negro;
árboles que tienen una corteza como la calabaza, con ellos hacen vasos para
beber y vasijas para el agua. Hay arbustos parecidos a alcachofa, pero cuatro
veces más altos, con un fruto como una piña que es realmente magnífico; árboles
que dan como una granada que acercándole fuego enciende y da muy buena luz.
Haciéndoles una incisión dan trementina con la cual se remediaba a nuestros
heridos". Prestó atención a las aves y peces: "Casi seis días vimos
pasar volando muchos halcones; también infinitas golondrinas, papagayos de tres
clases; palomas salvajes, algunas con cresta blanca que son muy buenas para
comer; infinidad de golondrinas, gorriones y otros pajaritos de los
bosques". De los peces dijo que eran "abundantísimos" y que
había "buenos para comer".
Destrucción
Alimentos perdidos
Desde la llegada de los europeos a América se ha perdido gran parte de
ese paraíso natural que encontraron al llegar y junto a esa biodiversidad
también han desaparecido variedad de especies traídas de diversos puntos del
globo, incluidas varias de importancia para la alimentación.
Para ejemplo de la destrucción, basta saber que a lo largo del siglo se
ha perdido tanto como 75% de la diversidad genética de los cultivos agrícolas.
Año tras año se siembran menos variedades de legumbres, frutas, granos y
tubérculos, en detrimento de la dieta humana.
La dieta contemporánea mundial se sustenta apenas en unas cuantas
especies vegetales, mientras que solo en los alrededores de Iquitos se han
catalogado 182 vegetales nutritivos de uso cotidiano (domesticados y
silvestres).
Recordemos, también, que durante el incanato se consumían, regularmente,
más de... ¡trescientas especies! vegetales, con varios miles de variedades.
Esta pérdida de biodiversidad se ve, principalmente, como algo ecológico, pero
sus causas son sociales, económicas y políticas.
Martha Meier MQ.
Editora Central
El Comercio, 07 de octubre de 2014 (Página de Ecología)
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