Da gusto que un grupo de estudiantes de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, UNMSM, impulse una marcha por la paz y en contra del Movadef, Movimiento por Amnistía y Derechos Fundamentales, la organización de fachada de Sendero Luminoso. Como tantos peruanos y peruanas de bien, estos muchachos están hartos de la infiltración del violentismo llamado marxismo-leninismo-maoísmo-pensamiento Gonzalo. Lamentablemente esta moneda tiene otra cara que es intolerable. Encima de todo lo que pasa -como que el ex embajador peruano en la Argentina Nicolás Lynch haya hecho de portero, secretaria y anfitriona del Movadef-, se suma el hecho de que el dinero de nuestros impuestos financie, también, el tejido de la soga con la que pretende ahorcarse al sistema. A este sistema que, mal que bien, ayuda a sacar de la pobreza extrema y de la desnutrición a millares; a erradicar el analfabetismo; a acortar la brecha entre los que nada tienen y los más afortunados, y en el cual quienes generan riqueza y pagan (pagamos) tributos, financian (financiamos) al Estado y todos sus servicios.
Ahora, en los centros de estudios subsidiados con nuestros impuestos proliferan grupúsculos de jovencitos -adoctrinados por infiltrados- que pretenden dinamitar el lento, pero creciente, bienestar del Perú. Vociferan y dicen que Abimael Guzmán debe ser amnistiado porque es un preso político que luchó contra la dictadura del presidente Alberto Fujimori. Estos badulaques neosenderistas que proceden, justamente, de las clases emergentes producto de las políticas económicas de los noventa se atavían a la usanza de los raperos, de los surfistas y, cómo no, de los desaliñados zurdos setenteros. Se avergüenzan de que sus abuelos hablen quechua, creen que para ser intelectual basta usar anteojos y no quieren oír que sus padres y abuelos se vieron obligados a huir de sus tierras andinas por el genocidio perpetrado por las hordas de Guzmán, carnicero al que endiosan. Culpan al sistema -nunca a su vagancia, indisciplina ni gusto por la cerveza, el ron y la marihuana- de todos sus males e incapacidad de insertarse en el mercado laboral. ¿Las autoridades podrían explicarnos por qué hemos de mantener a esta especie y a sus adoctrinadores?
Los prosenderistas estudian a nuestras costillas en las universidades nacionales; aprenden a usar las nuevas tecnologías para difundir su mensaje con la nuestra; reciben inmerecidos títulos a nombre de la nación -a la cual no respetan ni están dispuestos a defender-, e impulsan la fachada senderista Movadef para que sea partido político.
Si en los setenta la izquierda coreaba el aburrido estribillo "el pueblo unido jamás será vencido", en el siglo XXI toca cantarle al gobierno "contribuyentes unidos jamás serán vencidos". No hay derecho de que de nuestros bolsillos salga el dinero para mantener a los enemigos que pretenden llevarnos al despeñadero. Y eso incluye a todas esas autoridades que viven en su nube, incapaces de proponer estrategias coherentes para enfrentar a tan parásita lacra.
El Comercio, 10 de noviembre de 2012
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