¿Tiene algún empresario derecho a truncar el proyecto cuprífero más grande del país y eventualmente del mundo? No, definitivamente no. ¿Puede el aparato estatal mirar de reojo y dejar en el limbo una inversión extranjera de US$3.000 millones que, además, generará cinco mil nuevos puestos de trabajo? No debería. ¿Qué pensar de un Poder Ejecutivo estático frente a la contaminación que afecta la calidad del agua y con ello la salud de unas 900 mil personas de la región Junín?
El asunto no tiene ni pies ni cabeza. La minera Volcan, de capitales holandeses y peruanos, reiteradamente se niega a facilitar el tendido de 289 metros de tubería del proyecto de saneamiento ambiental de la minera Chinalco, de China, que explotará el yacimiento de Toromocho. Se requiere el derecho de paso en tierras del Estado que Volcan solo tiene en concesión. Apenas 300 metros lineales son necesarios para que la tubería capte las aguas ácidas de la bocatoma del túnel Kingsmill (único punto de contaminación en la zona) y las conduzca a una planta de tratamiento. Volcan no lo permite.
El túnel Kingsmill fue construido a principios de los años 30, por la Perú Copper Corporation para drenar el agua ácida de las minas de Morococha y aledaños. Desde hace 70 años esa agua, técnicamente conocida como “drenaje ácido de roca” (DAR), se descarga nada más y nada menos que en el río Yauli a un ritmo de 1.100 litros por segundo. El Yauli es afluente del Mantaro, llamado en quechua Hatun Mayo (es decir río grande). Según el destacado médico e investigador doctor Godofredo Arauzo, “el Mantaro es la cloaca o desagüe de las mineras”, y en primer lugar cita a Volcan. Arauzo alerta también sobre las consecuencias de las operaciones de Chinalco, evidentemente bajo las actuales condiciones, es decir con el túnel desaguando en el Yauli (otrora fuente de recursos alimenticios, agua limpia para consumo, riego y diversión).
La planta de tratamiento es apenas un paso para erradicar el pasivo ambiental que por décadas afecta a la zona. Es mucho lo necesario para descontaminar el Mantaro. Como bien anota el doctor Arauzo: “el lago de Junín, el río Mantaro, las subcuencas del río San Juan, río Anticona, río Yauli y otros forman una unidad hídrica; si se tiene la intención de disminuir la contaminación se deben realizar gestiones en todos los componentes de esta unidad y sus alrededores”.
La obra de Chinalco —ejecutada por la prestigiosa Cosapi (Piazza Ingenieros)— permitiría descargar en el Yauli agua tratada y apta para la agricultura. Así, se propiciaría la recuperación de ese tramo del río, de su flora y fauna. Pero todo está en suspenso por la inexplicable actitud asumida por la minera Volcan, sumada a la inacción del gobierno.
Si Volcan fuera una comunidad cualquiera y sus directivos comuneros (ellos sí legítimos propietarios de sus tierras y no simples concesionarios), se los acusaría, entre otras cosas, de: enemigos del desarrollo, amigos del chavismo, títeres del comunismo, senderistas infiltrados y un sinfín de calificativos más. ¿Qué podemos decir entonces de esta empresa y qué al gobierno?
El asunto no tiene ni pies ni cabeza. La minera Volcan, de capitales holandeses y peruanos, reiteradamente se niega a facilitar el tendido de 289 metros de tubería del proyecto de saneamiento ambiental de la minera Chinalco, de China, que explotará el yacimiento de Toromocho. Se requiere el derecho de paso en tierras del Estado que Volcan solo tiene en concesión. Apenas 300 metros lineales son necesarios para que la tubería capte las aguas ácidas de la bocatoma del túnel Kingsmill (único punto de contaminación en la zona) y las conduzca a una planta de tratamiento. Volcan no lo permite.
El túnel Kingsmill fue construido a principios de los años 30, por la Perú Copper Corporation para drenar el agua ácida de las minas de Morococha y aledaños. Desde hace 70 años esa agua, técnicamente conocida como “drenaje ácido de roca” (DAR), se descarga nada más y nada menos que en el río Yauli a un ritmo de 1.100 litros por segundo. El Yauli es afluente del Mantaro, llamado en quechua Hatun Mayo (es decir río grande). Según el destacado médico e investigador doctor Godofredo Arauzo, “el Mantaro es la cloaca o desagüe de las mineras”, y en primer lugar cita a Volcan. Arauzo alerta también sobre las consecuencias de las operaciones de Chinalco, evidentemente bajo las actuales condiciones, es decir con el túnel desaguando en el Yauli (otrora fuente de recursos alimenticios, agua limpia para consumo, riego y diversión).
La planta de tratamiento es apenas un paso para erradicar el pasivo ambiental que por décadas afecta a la zona. Es mucho lo necesario para descontaminar el Mantaro. Como bien anota el doctor Arauzo: “el lago de Junín, el río Mantaro, las subcuencas del río San Juan, río Anticona, río Yauli y otros forman una unidad hídrica; si se tiene la intención de disminuir la contaminación se deben realizar gestiones en todos los componentes de esta unidad y sus alrededores”.
La obra de Chinalco —ejecutada por la prestigiosa Cosapi (Piazza Ingenieros)— permitiría descargar en el Yauli agua tratada y apta para la agricultura. Así, se propiciaría la recuperación de ese tramo del río, de su flora y fauna. Pero todo está en suspenso por la inexplicable actitud asumida por la minera Volcan, sumada a la inacción del gobierno.
Si Volcan fuera una comunidad cualquiera y sus directivos comuneros (ellos sí legítimos propietarios de sus tierras y no simples concesionarios), se los acusaría, entre otras cosas, de: enemigos del desarrollo, amigos del chavismo, títeres del comunismo, senderistas infiltrados y un sinfín de calificativos más. ¿Qué podemos decir entonces de esta empresa y qué al gobierno?
El Comercio, 10 de octubre de 2009
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