SÁBADO 07 DE NOVIEMBRE DEL 2015
“A mí no me interesa que el gran empresariado me respalde, porque yo tengo el respaldo y el cariño del pueblo que me llevará a la victoria”, dijo Keiko Fujimori durante un mitin en San Martín de Porres.
Esta frase de la candidata de Fuerza Popular (K) ha sido tergiversada y malinterpretada por liberales, libertarios, caviares, fujiconversos, comunistas y demás representantes de las variopintas vertientes ideológicas (a veces “idiotológicas”) que cohabitan en nuestro terruño.
Keiko no ha lanzado una amenaza a la élite empresarial ni despreciado la inversión privada como algunos pretenden hacer creer; tampoco ha chillado sandeces como “agua sí, oro no” ni lo contrario. Simplemente ha dejado claro que, en un eventual gobierno suyo, las personas serán su prioridad.
Valgan verdades, además, ¿quién querría el respaldo de un empresariado mayoritariamente ciego ante la devastación ambiental, mudo promotor de la corrupción y sordo a los reclamos de la población? Guste o no, Keiko ha sentado su independencia frente a los apetitos de un caprichoso y poderoso sector acostumbrado a guiar nuestros destinos a punta de billete bajo la mesa.
Decir que su actual discurso es monitoreado por sus asesores buscando el voto “indeciso”, es no haber prestado atención a su maduración como política: congresista de 2006 a 2011, y locomotora de la forja de su partido, en el último lustro.
A lo largo del tiempo ha mostrado ser mujer de carácter y acción. Hoy su pensamiento incomoda a quienes pretendían pintarla como la “minimí” del expresidente Fujimori, su eco, su aspirante a clon (o sea su Alvarito, de Mario Vargas Llosa).
El apoyo a la estatal Petroperú para operar el lote 192, demuestra que no es la candidata del neoliberalismo y menos del libertarismo, sino alguien que comprende la intervención social del Estado como un modo de garantizar la verdadera y completa economía de mercado, con igualdad de oportunidades y en libertad.
En 2010 el cantante español Miguel Bosé -hombre de izquierdas- dijo estar desencantado porque “los partidos políticos, que deberían ser garantes de las ideologías, se han convertido en empresas con toda su codicia puesta al día”.
Al tomar distancia del gran empresariado y congratularse por el “respaldo del pueblo”, Keiko ha asumido el complejo reto de gobernar como garante de las expectativas y sueños de todos (fujimoristas y antis): bienestar, paz interna, seguridad, desarrollo con justicia social, libertad individual, oportunidades para generar riqueza y un Estado fuerte, respetable y decente. De llegar a Palacio no podrá incumplir el tácito pacto de su discurso en el distrito de San Martín de Porres. Si lo olvida, se lo recordaremos.
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