martes, octubre 18, 2011

Cuando el poder mata a la conciencia



“Este es el castigo más importante del culpable: nunca ser absuelto en el tribunal de su propia conciencia”, escribió el poeta romano Juvenal. A la ministra de la Mujer, Aída ‘Mocha’ García Naranjo, la ha absuelto una mayoría congresal, pero en su conciencia –si todavía algo de ella le queda– la imagen de tres niños descomponiéndose bajo tierra en Redondo, Cajamarca, algo de angustia le debe generar. Claro, y repetimos, si es que todavía le queda algo de conciencia y no toda ha sido carcomida por sus ansias de poder. Esos tres niños murieron envenenados por ingerir alimentos distribuidos por el Programa Nacional de Asistencia Alimentaria, Pronaa. Tres niños muertos y decenas de afectados, paradójicamente, por la presencia del Estado en su zona.

Mocha, como cabeza del Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social, Mimdes, a cargo del Pronaa, debió asumir responsabilidad por este envenenamiento masivo y no poner en aprietos al gobierno del presidente Ollanta Humala que la nombró, ya sea equivocadamente o por negociación con sus aliados. Pero no lo hizo, se quedó, y para evadir su responsabilidad no tuvo empacho en difamar a las mujeres, pobres y rurales, que prepararon los alimentos, acusándolas de utilizar utensilios contaminados con pesticidas en la preparación. Al comprobarse su mentira, señaló al gobierno aprista y, como no le dio resultado, politizó el asunto metiendo en su cuento al fujimorismo. Así que, según la absuelta, quien se indigne con la muerte por envenenamiento de los pequeños de Redondo forma parte de una conspiración fujimorista contra Humala. Y no faltarán los ganapanes que apoyarán tales versiones buscando un asientito en la combi gobiernista.

Viéndolo fríamente pareciera que el presidente Ollanta Humala está acorralado por el chantaje de ciertos aliados que lo apoyaron –según se ve– no por convicción sino por conveniencia. Otros con su silencio cómplice le restan confianza a un gobierno que anda con buen pie y saludable aprobación. Si alguien quiere que el régimen tambalee, son justamente quienes, desde dentro de la alianza, corroen su base moral. Y eso es blindar a quien por propia decisión debió poner su cargo a disposición, antes de sonreír cimbreando las caderas con el ‘Puma’ Carranza mientras Redondo lloraba a sus muertos y acompañaba a sus familiares envenenados. Con la Mocha a la cabeza, el nuevo e irresponsable lema del Pronaa bien podría ser “Lo que no mata engorda”. Buen tiempo pasará para que los pobladores de la zona afectada vuelvan a confiar en el programa de alimentos del Estado. La actual ministra –tras décadas de gritar por calles y plazuelas contra todo y todos– o bien se ha mareado con el poder tardío o está decidida a petardear al gobierno desde dentro. Solo el correr de los meses nos revelará el verdadero trasfondo de su conducta. ¿En qué parte del camino perdió la conciencia de aquello que se aplica a lo ético, a distinguir entre el bien y el mal de nuestras propias acciones? La conciencia recta es la que impide que cometamos actos socialmente reprobables. Y reprobable es lo perpetrado por la Mocha, aunque una mayoría congresal, por juego político, la haya absuelto. Como decía Antonio Gramsci: “El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”. Monstruos insensibles, vale añadir.


El Comercio, 15 de octubre de 2011

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