Un gobierno es bueno o malo. Así de simple. Ambrogio Lorenzetti, pintor italiano nacido en 1290, usó su arte para graficar esto y dejar claramente establecida la importancia del bien común, que no puede ni debe estar bajo el yugo de intereses subalternos. Lorenzetti fue contratado por las autoridades de Siena, Italia, y con sus pinceles creó en el siglo XIV dos alegorías políticas que vale la pena recordar a escasas horas de las elecciones (¡a morderse las uñas!).
Sus frescos muestran la felicidad y también la tragedia vinculadas al modo en que se ejerce el gobierno y cómo el mal gobierno fractura la relación urbano-rural, destruye el campo, sus recursos y empobrece a sus gentes, impactando dramática y negativamente sobre la vida y la alegría de todos y todas.
Lorenzetti pintó sus alegorías sobre tres de los muros de la “Sala de los Nueve”, del Palazzo Pubblico (Palacio Comunal); un edificio con forma de abanico cuya construcción arrancó en 1297 como sede del ayuntamiento. Se ubica en la Piazza del Campo, en la Toscana, y sus amplios salones lucen murales de varios artistas entre los que sobresalen los de Lorenzetti por su temática inu-sual para aquellos tiempos: estampas de la vida ciudadana, en vez de imágenes religiosas. Pintó sus frescos entre 1338 y 1340, cuando las guerras, la hambruna y la bacteria ‘Yersinia pestis’ diezmaban la población europea: alrededor de 25 millones de personas –incluido el propio artista– murieron por la llamada peste negra o peste bubónica.
En esa coyuntura, Lorenzetti, apoyado por su hermano mayor Pietro, pintó las alegorías del buen y del mal gobierno, la primera narración pictórica medieval con mensaje político.
Las alegorías del buen y el mal gobierno decoran el salón donde se reunían las principales autoridades de Siena. Plasman un ideario político-moral, mostrando la colisión entre la virtud y el vicio. Basta entrar a esa sala para que la propia composición atrape nuestra mirada y la guíe de las desgracias del mal gobierno hacia la derecha, donde se ve lo contrario: la justicia del mural del buen gobierno. Como no podía ser de otro modo, el buen gobierno está flanqueado por la paz y la justicia, debajo se aprecia a un grupo de personajes –autoridades de la Siena de entonces– y al gobernador, rodeados de atributos positivos personificados: templanza, justicia y paciencia. Un fiel retrato de los elementos necesarios para lograr eso que llamamos hoy “gobernabilidad”.
El fresco se extiende también sobre el muro de la derecha, donde se exhiben los beneficios del buen gobierno: seguridad, abundancia y la convivencia alegre y armoniosa (eso es justamente lo que los electores queremos para nuestro país).
El buen gobierno impacta positivamente en la ciudad y en el campo, donde se ve a los agricultores trabajando organizadamente, mientras personajes urbanos pasean por los alrededores. Predomina la idea de la abundancia y se reafirma la noción de paz y seguridad como garantía de una vida plena y feliz para todos.
El mal gobierno y sus consecuencias están representados por un tirano de rasgos demoníacos, sentado en un trono y rodeado de personajes siniestros, a cuyos pies hay dos borregos, símbolo de maldad. La justicia aparece atada, incapaz de actuar, aplastada bajo los pies del tirano. El mal gobierno se relaciona con: la avaricia, la soberbia y la vanagloria. La ciudad aparece destruida, con vecinos pleiteando y donde la enfermedad y la muerte son representadas por una persona tirada en el suelo a la que otros miran sin inmutarse. Aquí aparece el terror en vez de la seguridad. El mal gobierno en el campo se grafica con un paisaje rural devastado por la guerra y el terror. El buen gobierno da alegría y el mal gobierno torna vil y agresivo al hombre.
Ojalá el mensaje de los frescos de Lorenzetti inspire nuestro voto por la gobernabilidad, la justicia, la abundancia, la convivencia pacífica y la alegría, para todos y cada uno de los habitantes de este pedacito de planeta llamado Perú.
Sus frescos muestran la felicidad y también la tragedia vinculadas al modo en que se ejerce el gobierno y cómo el mal gobierno fractura la relación urbano-rural, destruye el campo, sus recursos y empobrece a sus gentes, impactando dramática y negativamente sobre la vida y la alegría de todos y todas.
Lorenzetti pintó sus alegorías sobre tres de los muros de la “Sala de los Nueve”, del Palazzo Pubblico (Palacio Comunal); un edificio con forma de abanico cuya construcción arrancó en 1297 como sede del ayuntamiento. Se ubica en la Piazza del Campo, en la Toscana, y sus amplios salones lucen murales de varios artistas entre los que sobresalen los de Lorenzetti por su temática inu-sual para aquellos tiempos: estampas de la vida ciudadana, en vez de imágenes religiosas. Pintó sus frescos entre 1338 y 1340, cuando las guerras, la hambruna y la bacteria ‘Yersinia pestis’ diezmaban la población europea: alrededor de 25 millones de personas –incluido el propio artista– murieron por la llamada peste negra o peste bubónica.
En esa coyuntura, Lorenzetti, apoyado por su hermano mayor Pietro, pintó las alegorías del buen y del mal gobierno, la primera narración pictórica medieval con mensaje político.
Las alegorías del buen y el mal gobierno decoran el salón donde se reunían las principales autoridades de Siena. Plasman un ideario político-moral, mostrando la colisión entre la virtud y el vicio. Basta entrar a esa sala para que la propia composición atrape nuestra mirada y la guíe de las desgracias del mal gobierno hacia la derecha, donde se ve lo contrario: la justicia del mural del buen gobierno. Como no podía ser de otro modo, el buen gobierno está flanqueado por la paz y la justicia, debajo se aprecia a un grupo de personajes –autoridades de la Siena de entonces– y al gobernador, rodeados de atributos positivos personificados: templanza, justicia y paciencia. Un fiel retrato de los elementos necesarios para lograr eso que llamamos hoy “gobernabilidad”.
El fresco se extiende también sobre el muro de la derecha, donde se exhiben los beneficios del buen gobierno: seguridad, abundancia y la convivencia alegre y armoniosa (eso es justamente lo que los electores queremos para nuestro país).
El buen gobierno impacta positivamente en la ciudad y en el campo, donde se ve a los agricultores trabajando organizadamente, mientras personajes urbanos pasean por los alrededores. Predomina la idea de la abundancia y se reafirma la noción de paz y seguridad como garantía de una vida plena y feliz para todos.
El mal gobierno y sus consecuencias están representados por un tirano de rasgos demoníacos, sentado en un trono y rodeado de personajes siniestros, a cuyos pies hay dos borregos, símbolo de maldad. La justicia aparece atada, incapaz de actuar, aplastada bajo los pies del tirano. El mal gobierno se relaciona con: la avaricia, la soberbia y la vanagloria. La ciudad aparece destruida, con vecinos pleiteando y donde la enfermedad y la muerte son representadas por una persona tirada en el suelo a la que otros miran sin inmutarse. Aquí aparece el terror en vez de la seguridad. El mal gobierno en el campo se grafica con un paisaje rural devastado por la guerra y el terror. El buen gobierno da alegría y el mal gobierno torna vil y agresivo al hombre.
Ojalá el mensaje de los frescos de Lorenzetti inspire nuestro voto por la gobernabilidad, la justicia, la abundancia, la convivencia pacífica y la alegría, para todos y cada uno de los habitantes de este pedacito de planeta llamado Perú.
El Comercio, 04 de junio de 2011
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