Una mujer menuda de pelo entrecano tomó la palabra y cuentan, quienes allí la escucharon, que de inmediato se transformó en un ser inmenso, de cuyos labios brotaban frases como cascadas de luz que disiparon la niebla de la duda. Cuando terminó su discurso los principales líderes del planeta la ovacionaron con el largo estruendo de sus aplausos. La sinceridad y sensibilidad de esta mujer los había tocado y llevado a comprender cuán grande era el reto y las impostergables razones por las cuales se habían reunido en Estocolmo, en la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente Humano.
La pequeña gran mujer que los despertó fue la primera ministra de India, Indira Gandhi (1917-1984), única hija del legendario político independentista y también primer ministro de su país Jawaharlal Nehru, asesinada por 31 impactos de bala a los tres meses de su reelección en 1984. En la cita desarrollada del 5 al 16 de junio de 1972, Indira Gandhi dijo entre muchas otras cosas: “Es triste que país tras país la idea de progreso se esté volviendo sinónimo de asalto a la naturaleza. Nosotros que somos parte de la naturaleza y dependemos de ella para satisfacer cada necesidad, hablamos constantemente de “explotarla”. ¿Es acaso sorprendente que esta falta de consideración y el ansia de demostrar superioridad se proyecten también sobre el trato que damos a nuestros semejantes?... No se puede ser realmente humano y civilizado a menos que se mire con ojos de amigo no solamente a todos los hombres sino a toda la creación… Debemos establecer un nuevo orden de prioridades y dejar de lado el modelo unidimensional que ha enfocado el crecimiento desde ciertos ángulos limitados que parecen haber dado mayor importancia a las cosas que a las personas. La contaminación no es en el fondo un problema técnico… sino la escala de valores del mundo contemporáneo… Debemos preocuparnos no solo de la clase de mundo que queremos, sino también de la clase de persona que ha de vivir en él”.
No le faltaba razón a Indira Gandhi. El mundo no es más ni menos que lo que hemos hecho de él. Un inmenso basural de nuestros excesos, una brecha entre hermanos, un espacio para la creciente injusticia. En esa reunión sobre el medio humano se estableció oficialmente el Día Mundial del Medio Ambiente que desde entonces se celebra cada 5 de junio. Fue a raíz de esa cita, también, que la temática verde irrumpió con fuerza en la agenda política global, avanzándose nuevas leyes, tratados internacionales y otras miradas en busca de soluciones conjuntas. Lamentablemente el avance ha sido lento porque —como bien sostuvo Indira Gandhi— el problema está en nuestras prioridades.
A fines de la primera década del siglo XXI, y a punto de celebrarse el viernes un nuevo Día Mundial del Medio Ambiente, sus palabras cobran especial vigencia. Hoy sabemos que no hay tiempo que perder y como dice el fotógrafo Yann-Arthus Bertrand (director de “Home”, la megaproducción de corte ecologista que El Comercio impulsa para su amplia exhibición en el Perú): “No hay tiempo para ser pesimistas… Somos seis mil millones de inteligencias con capacidad de acción”. Y son justamente aquellos seres optimistas y vivaces, sensibles y dispuestos a tomar acción a favor de la vida, la “clase de persona” que Indira Gandhi consideraba fundamental para (re)construir el mundo que anhelamos.
La pequeña gran mujer que los despertó fue la primera ministra de India, Indira Gandhi (1917-1984), única hija del legendario político independentista y también primer ministro de su país Jawaharlal Nehru, asesinada por 31 impactos de bala a los tres meses de su reelección en 1984. En la cita desarrollada del 5 al 16 de junio de 1972, Indira Gandhi dijo entre muchas otras cosas: “Es triste que país tras país la idea de progreso se esté volviendo sinónimo de asalto a la naturaleza. Nosotros que somos parte de la naturaleza y dependemos de ella para satisfacer cada necesidad, hablamos constantemente de “explotarla”. ¿Es acaso sorprendente que esta falta de consideración y el ansia de demostrar superioridad se proyecten también sobre el trato que damos a nuestros semejantes?... No se puede ser realmente humano y civilizado a menos que se mire con ojos de amigo no solamente a todos los hombres sino a toda la creación… Debemos establecer un nuevo orden de prioridades y dejar de lado el modelo unidimensional que ha enfocado el crecimiento desde ciertos ángulos limitados que parecen haber dado mayor importancia a las cosas que a las personas. La contaminación no es en el fondo un problema técnico… sino la escala de valores del mundo contemporáneo… Debemos preocuparnos no solo de la clase de mundo que queremos, sino también de la clase de persona que ha de vivir en él”.
No le faltaba razón a Indira Gandhi. El mundo no es más ni menos que lo que hemos hecho de él. Un inmenso basural de nuestros excesos, una brecha entre hermanos, un espacio para la creciente injusticia. En esa reunión sobre el medio humano se estableció oficialmente el Día Mundial del Medio Ambiente que desde entonces se celebra cada 5 de junio. Fue a raíz de esa cita, también, que la temática verde irrumpió con fuerza en la agenda política global, avanzándose nuevas leyes, tratados internacionales y otras miradas en busca de soluciones conjuntas. Lamentablemente el avance ha sido lento porque —como bien sostuvo Indira Gandhi— el problema está en nuestras prioridades.
A fines de la primera década del siglo XXI, y a punto de celebrarse el viernes un nuevo Día Mundial del Medio Ambiente, sus palabras cobran especial vigencia. Hoy sabemos que no hay tiempo que perder y como dice el fotógrafo Yann-Arthus Bertrand (director de “Home”, la megaproducción de corte ecologista que El Comercio impulsa para su amplia exhibición en el Perú): “No hay tiempo para ser pesimistas… Somos seis mil millones de inteligencias con capacidad de acción”. Y son justamente aquellos seres optimistas y vivaces, sensibles y dispuestos a tomar acción a favor de la vida, la “clase de persona” que Indira Gandhi consideraba fundamental para (re)construir el mundo que anhelamos.
El Comercio, 30 de mayo de 2009
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