SÁBADO 23 DE ENERO DEL 2016
La información ya no es poder, el poder está, más bien, en la creación deliberada de ignorancia y la inducción cultural de la duda. Es decir: esa “partecita” fundamental de la que jamás te enterarás, y en una mentirota con sonido de verdad. El filósofo Robert Proctor bautizó esto como “agnotología” (del griego agnosis o no-conocimiento, y ontología, una rama de la metafísica que trata la naturaleza del ser).
Proctor, profesor de historia de la ciencia en Stanford, estudia los actos intencionados de siembra de confusión, engaño y duda, sea para vender un producto, un candidato, una idea o ganar un favor. La receta es simple: publicación de data científica imprecisa o confusa; excesiva información; omnipresencia mediática de expertos “independientes” que presentan sus opiniones como verdades; debates sobre un mismo tema con varias posturas (ninguna de ellas veraz), entre otras artimañas. Hace décadas reveló cómo la industria del tabaco desarrolló y perfeccionó la fabricación de ignorancia y duda sobre la relación cigarro-cáncer, pese a los millones de muertos que la confirman. La técnica tabacalera fue luego adoptada por el resto: desde la industria de comida rápida hasta la banca y los gobiernos, pasando por el marketing político y las firmas de relaciones públicas, llegando hasta las comunicaciones internas de las empresas con sus accionistas, entre otras.
“No pasa nada” decían los banqueros en 2008, antes de que el sistema financiero estadounidense colapsara, generando la mayor crisis económica del siglo XXI. El grueso de la opinión pública no comprende aún qué pasó gracias al deliberado exceso informativo (“ruido”) para distraer.
La perversión plutocrática consiste en que una minoría influye excesivamente sobre los gobiernos con su dinero, al tiempo que impulsa una “sociedad de la desinformación”. Esto en aras del rancio sueño mercantilista-libertario del mercado sin democracia y de la población anulada intelectualmente, incapaz de rebelarse. Las élites criollas no quieren ciudadanos críticos, quieren recaderos. Y buena parte de los políticos prefiere una masa perpetuadora del odio y división entre peruanos, que se ciega seguidora de las mentiras con las que se encumbraron.
No queda otra: ¡A más industria de la ignorancia, más ilustración!
No hay comentarios.:
Publicar un comentario