miércoles, marzo 30, 2011

La estupidez en campaña


“Torpeza notable en comprender las cosas”, así define la estupidez el Diccionario de la Real Academia. Una simple mirada a la campaña electoral nos revela que lo que anda candidateando con desvergüenza es la torpeza. Entre “las cosas” que los postulantes no comprenden es que la gente está cansada, desanimada y desilusionada de esta carrera de borricos, de ese afán de ganar por ganar, de la reverenda manipulación del “vota a ganador”. ¿Qué creen estos? ¿Que asistimos a una pelea de box? ¿Que estamos en el hipódromo? El cuento que machacan de votar a ganador –¿cómo puede haber “ganador” si todavía no se ha votado?– es una trampa, un eslogan, es la política travestida. La población es bastante más inteligente de lo que cree la clase política. Y el voto, sin duda, irá no a aquel que quiere ganar por ganar, sino a quien tenga las ideas y cualidades para convertir en ganador al Perú, en un escenario de crisis mundial y ante la amenaza perenne de un terremoto como el que asoló Chile o, más recientemente, Japón. Votarán por quien asegure la continuación de un modelo que nos está llevando a ser parte del concierto de países del Primer Mundo. Esto obviamente es inconveniente para algunos aspirantes al sillón de Pizarro. ¿En un país desarrollado, con las cuentas en orden y en constante crecimiento, podría sobrevivir un personaje que saca un látigo en medio de una exposición de ideas? Probablemente se lo llevarían a un sanatorio. ¿Un hombre que empieza a hablar de educación dice nada y al referirse a los partos olvida “cómo se llama eso que les hacen a las mujeres, acá”, señalándose el vientre? “¡Cesárea!”, le gritaría el auditorio. ¿Y qué decir del alucinado para quien la palabra crea la cosa y promete ¡zas! perfección instantánea porque sus proyectos llevan nombres “peruanistas”, como Paco Yunque o Pachacútec? Solo aquí ha podido ser decano del Colegio de Abogados. ¿Y qué decir del admirador de un dictador militar, ladrón y estatista –léase Juan Velasco Alvarado– que hoy funge de yuppie? ¿O del playero que pudo gobernar gracias a su ministro de Economía –hoy su contendor–, al que ahora desprecia? Ese país del Primer Mundo que, poco a poco empieza a vislumbrase, tampoco conviene a varios coleguitas, periodistas y blogueros. Esa especie justamente gana notoriedad y fortuna burlándose de personajes inimaginables en otros lares y se encumbran, paradójicamente, arrastrándose ante la embajada estadounidense con el bolsillo presto. Cizañan, atemorizan, aprovechan la imperfección, aún vigente, de nuestras instituciones republicanas y el atraso en una verdadera reforma del Estado con la consecuente profundización de mecanismos de transparencia, para acusar a todos de corruptos, sin más prueba que el odio en sus caras. Tanta estupidez en campaña es especialmente delicada. Tomemos en cuenta que cerca de tres millones y medio de jóvenes votarán, este año, por primera vez y su percepción de lo que es la democracia ya ha sido deformada con insultos de bajo calibre, propuestas huecas, personajes que quieren ganar por ganar (misma Susana Villarán, que llegó a alcaldesa y ahora no sabe qué hacer la pobrecita con Lima y por eso se la anda entregando por partes a su amigo, el arquitecto Ortiz de Zevallos). Ahora bien, volvamos al Diccionario de la Real Academia para leer cómo define “democracia”: “Doctrina política favorable a la intervención del pueblo en el gobierno”, “Predominio del pueblo en el gobierno político de un Estado”. Así que esto de la estupidez no tiene nada de democrático. El Perú hoy ocupa las primeras planas del mundo por su solidez y crecimiento económico –10% el último enero– y las inversiones peruanas siguen internacionalizándose. Cuando la candidata Juliana Reymer dijo –en la primera exposición de ideas de los 11 candidatos, en el patio central de El Comercio– “¿qué tanto hablan de inclusión. A ver, dónde van a incluir a esta chola?”, muchos sonrieron. Esa es, sin embargo, la pregunta que tienen que responder a la población de a pie quienes aspiran a la presidencia. ¿Cómo van a lograr que cada hombre, mujer y niño de nuestro país ejerza plenamente sus derechos? Especialmente ese del que poco se habla: el de crear, crear cultura, crear arte, crear ideas y crear prosperidad y riqueza para los suyos, y bienestar para todos.


El Comercio, 19 de marzo de 2011

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