Para las postales somos la sierra con sus picos nevados, sus praderas de ichu pacidas por vicuñas y sus pueblitos de callejuelas empedradas, coloridas por los ponchos de sus pobladores arreando llamas. Según los censos, somos costa, pues la mayor parte de la población —cerca del 60%— se concentra cerca del mar. En términos de espacio nuestro país —Perú se llama, por si lo han olvidado quienes actúan como los hijos mejores de otras tierras— es esencialmente amazónico. Más del 70% de nuestro territorio es Amazonía, así con tilde en la “i” para evocar “lejanía” y no porque la palabra —no castellana— lo requiera. El año pasado los sangrientos sucesos en la Curva del Diablo desembocaron en el “baguazo” y visibilizaron a nuestra selva y a sus problemas de modo irreversible.
“Tres cosas hay extremadamente duras: el acero, un diamante y el conocimiento de uno mismo”, escribió Benjamín Franklin (1706-1790), estadista, científico, periodista y uno de los padres de la independencia y democracia estadounidenses. Desconocer nuestra realidad geográfica demuestra la verdad de su dicho y las recientes declaraciones del congresista Guido Lombardi, también. El señor Lombardi, presidente de la comisión que investiga la tragedia del “baguazo”, lamentó que el gobierno “ha hecho muy poco” para evitar que se repitan ese tipo de sucesos. ¿Perdón? ¿El gobierno? ¿No habla un congresista y como tal parte de la estructura de gobierno por más oposición que sea o se crea? Duro resulta conocerse.
La cita de Franklin abre el libro “El gorila invisible”, de Christopher Chabris y Daniel Simons, investigadores de temas de psicología. Chabris y Simons sostienen que creemos vernos y ver al mundo como es. La publicación es, en parte, un catálogo de los grandes fracasos derivados de lo que ellos llaman “ilusión”: la ilusión de la atención, de la memoria, del conocimiento, de la confianza, de la causa y del potencial. Esto, dicen, resulta en “una creencia distorsionada albergada en nuestra mente no solo equivocada sino equivocada de modo peligroso”.
Esas creencias distorsionadas fueron la semilla de la tragedia de Bagua. Quienes forman parte del gobierno no tienen idea de quiénes son ellos mismos y menos quiénes somos nosotros. Así y todo pretenden imponernos leyes nacidas de su “ilusión del conocimiento” (es decir de su ignorancia) cuando no de la cuchipanda bajo la curul (“ilusión de la confianza”, creyendo que nadie los descubrirá). Para no mencionar la frivolidad, como la Resolución Suprema 015-2010, epifanía del doctor Alan García instaurando el Día del Ron Peruano y que este año coincidía con el aniversario de los sucesos de Bagua (los productores de la bebida, respetando el luto de las familias de las víctimas y el sentir del país, han corrido la celebración).
A un año de la fatídica jornada, 70% de la Amazonía está concesionada para su futura y posible explotación petrolera y gasífera, pero de resolver la problemática indígena nada. Un experimento de Chabris y Simons demostró la incapacidad del ser humano para ver lo obvio aunque esté frente a sus ojos. ¿A todo esto, cuando oímos la palabra Amazonía pensamos en árboles o en gente?
“Tres cosas hay extremadamente duras: el acero, un diamante y el conocimiento de uno mismo”, escribió Benjamín Franklin (1706-1790), estadista, científico, periodista y uno de los padres de la independencia y democracia estadounidenses. Desconocer nuestra realidad geográfica demuestra la verdad de su dicho y las recientes declaraciones del congresista Guido Lombardi, también. El señor Lombardi, presidente de la comisión que investiga la tragedia del “baguazo”, lamentó que el gobierno “ha hecho muy poco” para evitar que se repitan ese tipo de sucesos. ¿Perdón? ¿El gobierno? ¿No habla un congresista y como tal parte de la estructura de gobierno por más oposición que sea o se crea? Duro resulta conocerse.
La cita de Franklin abre el libro “El gorila invisible”, de Christopher Chabris y Daniel Simons, investigadores de temas de psicología. Chabris y Simons sostienen que creemos vernos y ver al mundo como es. La publicación es, en parte, un catálogo de los grandes fracasos derivados de lo que ellos llaman “ilusión”: la ilusión de la atención, de la memoria, del conocimiento, de la confianza, de la causa y del potencial. Esto, dicen, resulta en “una creencia distorsionada albergada en nuestra mente no solo equivocada sino equivocada de modo peligroso”.
Esas creencias distorsionadas fueron la semilla de la tragedia de Bagua. Quienes forman parte del gobierno no tienen idea de quiénes son ellos mismos y menos quiénes somos nosotros. Así y todo pretenden imponernos leyes nacidas de su “ilusión del conocimiento” (es decir de su ignorancia) cuando no de la cuchipanda bajo la curul (“ilusión de la confianza”, creyendo que nadie los descubrirá). Para no mencionar la frivolidad, como la Resolución Suprema 015-2010, epifanía del doctor Alan García instaurando el Día del Ron Peruano y que este año coincidía con el aniversario de los sucesos de Bagua (los productores de la bebida, respetando el luto de las familias de las víctimas y el sentir del país, han corrido la celebración).
A un año de la fatídica jornada, 70% de la Amazonía está concesionada para su futura y posible explotación petrolera y gasífera, pero de resolver la problemática indígena nada. Un experimento de Chabris y Simons demostró la incapacidad del ser humano para ver lo obvio aunque esté frente a sus ojos. ¿A todo esto, cuando oímos la palabra Amazonía pensamos en árboles o en gente?
El Comercio, 05 de junio de 2010
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