miércoles, mayo 19, 2010

Cada planta es un universo


En Ayacucho —según anotó el sabio Eric Santiago Antúnez de Mayolo Rynning— es costumbre que en las últimas semanas de embarazo y en el proceso de parto, las mujeres coman olluco porque “ayuda a que el niño resbale”. Así lo dicen por experiencia, y es que el delicioso y nutritivo tubérculo andino ayuda, entre otras cosas, a las contracciones. En las zonas más altas de Cusco, Puno y La Paz, las mujeres con problemas de fertilidad consumen kiwicha morada con muy buenos resultados, y se recomienda la quinua negra —variedad casi desaparecida— para tratar y curar males pulmonares, inclusive la tuberculosis. La lúcuma es hoy objeto de profundos estudios como insumo de una medicina para la esclerosis múltiple. A lo largo y ancho de nuestro país, los campos de cultivo ofrecen una asombrosa variedad de plantas alimenticias con insospechadas propiedades. Un tesoro vegetal que se va esfumando. La agrodiversidad se pierde y se fomenta —con buenas intenciones y enorme ignorancia— el monocultivo. Esto para desgracia de todos.
Como los campos, nuestros bosques son también fuente de especies de flora utilísimas. Algunas de ellas ya utilizadas para producir fármacos, como el famoso veneno amazónico, curare incluido en uno de los más efectivos tratamientos contra el mal de Parkinson. El sacha inchi, o maní inca, no deja de sorprender por su alto contenido de Omega 3 y sus propiedades para proteger el sistema cardiovascular así como las neuronas y la memoria.
La medicina occidental sabe aprovechar la flora y extraerle sustancias irreemplazables. Por lo pronto el doctor Eric Santiago Antúnez de Mayolo está convencido que el huanarpo macho es el gran secreto detrás del Viagra. Así tenemos, de paso, que el gran tesoro natural termina siendo usurpado sin que nos enteremos, y beneficiando a otros muy distintos que las comunidades depositarias de las valiosas especies.
El biólogo estadounidense Edward O. Wilson (1929), estudioso de la biodiversidad, escribió: “Los productos naturales han sido llamados los gigantes durmientes de la industria farmacéutica. Una de cada diez especies de plantas contienen compuestos con alguna propiedad contra el cáncer, por ejemplo”.
Esto debería ayudarnos a reflexionar sobre la necesidad de proteger nuestros campos de cultivos, nuestras variedades agrícolas, nuestros bosques y selvas que no son otra cosa que inmensos botiquines verdes que necesitamos conocer más a fondo, para beneficio de nuestra economía y la salud del planeta. El Perú cuenta con un fabuloso banco de recursos fitogenéticos medicinales para el futuro. ¿Algún plan de desarrollo lo toma en cuenta? Si es por flojera de nuestras autoridades habría que darles hojas del “capa joboshco” (huevo de coto, en castellano), un arbusto utilizado por el pueblo shipibo-conibo, justamente para combatir la flojera, ese mal nacional tan insoportable y peligroso.


El Comercio, 08 de mayo de 2010

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