COPENHAGUE. La XV Conferencia de las Naciones Unidas sobre Clima, COP-15, terminó en un acuerdo de mínimos después de 12 días de beligerancia más que de negociación entre las partes. Estados Unidos mantuvo su postura cerrada igual que China. Al cierre de esta edición se ha llegado a acuerdos consensuados por Estados Unidos, China, India, Sudáfrica y la UE como la voluntad de mantener el alza de temperatura en 2 °C y crear un fondo de 100 mil millones de dólares en el largo plazo para ayudar a financiar la lucha contra el cambio climático en los países en desarrollo.
El resto de países votará sobre el texto en la plenaria de cierre que se desarrollará en las próximas horas.
En la reunión quedaron pendientes, hasta febrero del 2010, las metas de recortes de emisiones por cada país.
Las negociaciones de Copenhague se proponían lograr un nuevo acuerdo de reducción de emisiones de CO2, por encima de los compromisos del Protocolo de Kioto, en el que no están incluidos ni EE.UU. ni China, los dos más grandes emisores de gases de efecto invernadero. El presidente Barack Obama llegó para coincidir con la propuesta de su negociador Todd Stern, ya ratificada por su secretaria de Estado, Hillary Clinton, es decir, ninguna reducción de emisiones más allá del 4%, en el 2020 respecto a 1990.
Apenas transcurrida la mañana de ayer, sobre el mediodía, empezó a quedar claro que Copenhague desembocaría en un magro resultado. A esa hora Luiz Inácio Lula da Silva, frente al plenario, utilizó la palabra “frustración” para referirse al proceso y deseó “un milagro” para que en la tarde se resolvieran los entrampamientos de las negociaciones. El presidente de Brasil reiteró los compromisos de su país (casi 40% menos emisiones en el 2020 respecto a la tendencia actual) y fue más lejos: “Si es necesario haremos más sacrificios. Brasil está dispuesto a transferir dinero a otros países que lo necesiten”, ofreció intentando dar la pauta a otros países emergentes reacios a colaborar con un fondo internacional para el cambio climático. “Lo que no aceptaremos —añadió— es firmar un documento que no valga la pena”.
Enseguida le tocó el turno al más esperado de los 120 jefes de Estado que llegaron a Copenhague: el presidente de EE.UU. Barack Obama, como estaba previsto, no anunció recortes de emisiones más ambiciosos, pero tampoco llenó el vacío dejado la víspera por Hilary Clinton en cuanto a financiación para el cambio climático: “Nos comprometeremos en el esfuerzo mundial para movilizar 100 mil millones de dólares a partir del 2020 si y solo si este esfuerzo forma parte de un acuerdo más amplio”, subrayó Obama sin especificar qué proporción de ese dinero aportaría EE.UU.
El acuerdo más amplio que pretende Washington debería incluir acciones de mitigación de emisiones de parte de los países emergentes, así como la posibilidad de supervisarlas: “Debemos tener un mecanismo que nos permita comprobar que se está cumpliendo con los compromisos y debemos intercambiar esta información de manera transparente”, reiteró Obama, quien antes de su intervención había sostenido ya un encuentro bilateral infructuoso sobre el tema con el primer ministro Wen Jiabao. China, amparándose en el texto de la Convención de la ONU para el Clima y la Hoja de Ruta de Bali, se mantuvo opuesta a aceptar la auditoría internacional de sus políticas verdes.
Hugo Chávez, pasadas las 2 de la tarde, le puso una nota extra de suspenso a la parte visible de la jornada: advirtió que ni Venezuela ni los demás países del ALBA firmarían un acuerdo elaborado entre una “élite de países” a espaldas de “los pueblos democráticos del mundo”. El presidente de Venezuela se refería al texto que la presidencia danesa y unos 25 jefes de Estado representativos de los países y bloques claves en las negociaciones (EE.UU., UE, China, África, Estados Insulares, Brasil, México) trataban de concertar desde la noche del jueves para que Copenhague por lo menos arrojase un acuerdo político mínimo.
“El peor acuerdo”Ese fue el calificativo que le dio al acuerdo de ayer el delegado de Sudán, Lumumba di Aping, cuyo país preside el grupo G77, que reúne a 130 países en vías de desarrollo.
El resto de países votará sobre el texto en la plenaria de cierre que se desarrollará en las próximas horas.
En la reunión quedaron pendientes, hasta febrero del 2010, las metas de recortes de emisiones por cada país.
Las negociaciones de Copenhague se proponían lograr un nuevo acuerdo de reducción de emisiones de CO2, por encima de los compromisos del Protocolo de Kioto, en el que no están incluidos ni EE.UU. ni China, los dos más grandes emisores de gases de efecto invernadero. El presidente Barack Obama llegó para coincidir con la propuesta de su negociador Todd Stern, ya ratificada por su secretaria de Estado, Hillary Clinton, es decir, ninguna reducción de emisiones más allá del 4%, en el 2020 respecto a 1990.
Apenas transcurrida la mañana de ayer, sobre el mediodía, empezó a quedar claro que Copenhague desembocaría en un magro resultado. A esa hora Luiz Inácio Lula da Silva, frente al plenario, utilizó la palabra “frustración” para referirse al proceso y deseó “un milagro” para que en la tarde se resolvieran los entrampamientos de las negociaciones. El presidente de Brasil reiteró los compromisos de su país (casi 40% menos emisiones en el 2020 respecto a la tendencia actual) y fue más lejos: “Si es necesario haremos más sacrificios. Brasil está dispuesto a transferir dinero a otros países que lo necesiten”, ofreció intentando dar la pauta a otros países emergentes reacios a colaborar con un fondo internacional para el cambio climático. “Lo que no aceptaremos —añadió— es firmar un documento que no valga la pena”.
Enseguida le tocó el turno al más esperado de los 120 jefes de Estado que llegaron a Copenhague: el presidente de EE.UU. Barack Obama, como estaba previsto, no anunció recortes de emisiones más ambiciosos, pero tampoco llenó el vacío dejado la víspera por Hilary Clinton en cuanto a financiación para el cambio climático: “Nos comprometeremos en el esfuerzo mundial para movilizar 100 mil millones de dólares a partir del 2020 si y solo si este esfuerzo forma parte de un acuerdo más amplio”, subrayó Obama sin especificar qué proporción de ese dinero aportaría EE.UU.
El acuerdo más amplio que pretende Washington debería incluir acciones de mitigación de emisiones de parte de los países emergentes, así como la posibilidad de supervisarlas: “Debemos tener un mecanismo que nos permita comprobar que se está cumpliendo con los compromisos y debemos intercambiar esta información de manera transparente”, reiteró Obama, quien antes de su intervención había sostenido ya un encuentro bilateral infructuoso sobre el tema con el primer ministro Wen Jiabao. China, amparándose en el texto de la Convención de la ONU para el Clima y la Hoja de Ruta de Bali, se mantuvo opuesta a aceptar la auditoría internacional de sus políticas verdes.
Hugo Chávez, pasadas las 2 de la tarde, le puso una nota extra de suspenso a la parte visible de la jornada: advirtió que ni Venezuela ni los demás países del ALBA firmarían un acuerdo elaborado entre una “élite de países” a espaldas de “los pueblos democráticos del mundo”. El presidente de Venezuela se refería al texto que la presidencia danesa y unos 25 jefes de Estado representativos de los países y bloques claves en las negociaciones (EE.UU., UE, China, África, Estados Insulares, Brasil, México) trataban de concertar desde la noche del jueves para que Copenhague por lo menos arrojase un acuerdo político mínimo.
“El peor acuerdo”Ese fue el calificativo que le dio al acuerdo de ayer el delegado de Sudán, Lumumba di Aping, cuyo país preside el grupo G77, que reúne a 130 países en vías de desarrollo.
El Comercio, 19 de diciembre de 2009
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