Al momento de escribir estas líneas todo parece indicar que la tradicional Feria del Libro Ricardo Palma de Miraflores no se desarrollará en su habitual escenario del parque Kennedy. ¿Por qué? Según el alcalde Manuel Masías, hay “vecinos” que se han quejado. Cosa extraña si recordamos que el parque está rodeado, principalmente, por establecimientos comerciales y que bastan unos cuantos pasos para llegar a la bullanguera Calle de las Pizzas.
Por lógica, la mayoría de restaurantes, cafés, bodegas y tiendas se beneficiarían con la afluencia de más y diverso público (el año pasado 145.000 personas visitaron la feria y el propio alcalde Masías envió a los organizadores, la Cámara Peruana del Libro, CPL, una carta de felicitación).
Estas actividades acercan los libros y la cultura a la gente, tanto por sus ofertas cuanto por la presentación de poetas, cantantes, cuentacuentos, titiriteros, grupos de música, entre otros. Desde hace años la feria en el parque Kennedy es un espacio para que los jóvenes que empiezan a explorar y crear con la palabra —algunos de ellos pobres, provincianos y con el castellano como segunda lengua— expresen su arte.
Quien escribe estas líneas ha tenido el honor de presentar libros de poetas sumamente jóvenes, muchachos provincianos, con un talento desbordante, provenientes de entornos de escasos recursos que prácticamente rascan la línea de la extrema pobreza. Chicos que salen adelante a punta de estudio, sacrificio y esfuerzo. He visto a sus madres y abuelas llorar de emoción cuando recitaban junto a reconocidos escritores, y connotados críticos aplaudían sus obras germinales. La tradicional Feria del Libro Ricardo Palma de Miraflores no es un mercadillo de baratijas sino un espacio de integración de los vecinos, de contacto entre limeños, de goce estético y cultural, y de expresión de todas las voces de nuestro país.
Quizá el alcalde Masías no haya reflexionado sobre ellos porque arrimar a un frío y lúgubre coliseo la democratización de la cultura y la integración de los limeños es, más o menos, extenderle un temprano certificado de defunción. El otro argumento es que “por una política urbanística y ambiental” la feria no podría desarrollarse en el parque como se hizo por largos años. Un alcalde incapaz de evitar el funcionamiento de un restaurante que, como el Central de la calle Santa Isabel, se construyó sin licencia, opera sin permiso y perturba la tranquilidad de los vecinos, no puede hablar demasiado de “política urbanística y ambiental”.
¿Es un capricho que la feria se desarrolle en el parque Kennedy? No, más bien es una obligación de la Municipalidad de Miraflores abrazar la cultura y brindarle el mejor, el más accesible y más hermoso espacio posible. No es lo mismo deleitarse con la lectura de un poema en un entorno de árboles y canto de aves, que en un frío monumento al cemento. Es de esperar que el alcalde Masías rectifique su inexplicable decisión.
Por lógica, la mayoría de restaurantes, cafés, bodegas y tiendas se beneficiarían con la afluencia de más y diverso público (el año pasado 145.000 personas visitaron la feria y el propio alcalde Masías envió a los organizadores, la Cámara Peruana del Libro, CPL, una carta de felicitación).
Estas actividades acercan los libros y la cultura a la gente, tanto por sus ofertas cuanto por la presentación de poetas, cantantes, cuentacuentos, titiriteros, grupos de música, entre otros. Desde hace años la feria en el parque Kennedy es un espacio para que los jóvenes que empiezan a explorar y crear con la palabra —algunos de ellos pobres, provincianos y con el castellano como segunda lengua— expresen su arte.
Quien escribe estas líneas ha tenido el honor de presentar libros de poetas sumamente jóvenes, muchachos provincianos, con un talento desbordante, provenientes de entornos de escasos recursos que prácticamente rascan la línea de la extrema pobreza. Chicos que salen adelante a punta de estudio, sacrificio y esfuerzo. He visto a sus madres y abuelas llorar de emoción cuando recitaban junto a reconocidos escritores, y connotados críticos aplaudían sus obras germinales. La tradicional Feria del Libro Ricardo Palma de Miraflores no es un mercadillo de baratijas sino un espacio de integración de los vecinos, de contacto entre limeños, de goce estético y cultural, y de expresión de todas las voces de nuestro país.
Quizá el alcalde Masías no haya reflexionado sobre ellos porque arrimar a un frío y lúgubre coliseo la democratización de la cultura y la integración de los limeños es, más o menos, extenderle un temprano certificado de defunción. El otro argumento es que “por una política urbanística y ambiental” la feria no podría desarrollarse en el parque como se hizo por largos años. Un alcalde incapaz de evitar el funcionamiento de un restaurante que, como el Central de la calle Santa Isabel, se construyó sin licencia, opera sin permiso y perturba la tranquilidad de los vecinos, no puede hablar demasiado de “política urbanística y ambiental”.
¿Es un capricho que la feria se desarrolle en el parque Kennedy? No, más bien es una obligación de la Municipalidad de Miraflores abrazar la cultura y brindarle el mejor, el más accesible y más hermoso espacio posible. No es lo mismo deleitarse con la lectura de un poema en un entorno de árboles y canto de aves, que en un frío monumento al cemento. Es de esperar que el alcalde Masías rectifique su inexplicable decisión.
El Comercio, 19 de setiembre de 2009
No hay comentarios.:
Publicar un comentario