La semana pasada en esta misma columna comentamos: “Viéndolo desde la óptica de la conservación y el desarrollo sostenible el martes se firmará un aberrante contrato: la concesión del proyecto de la planta de tratamiento de aguas residuales Taboada. El pacto del derroche es entre el Estado Peruano y la empresa española ACS (Actividades de Construcción y Servicios, S.A.) presidida por Florentino Pérez, presidente también del Real Madrid. En 26 meses, millones de litros de agua perfectamente reutilizables serán vertidos al mar”.
Así decíamos. Pues bien, no será octubre pero los milagros ocurren: la empresa ACS ha anunciado que realizará “estudios preliminares para presentar una iniciativa privada de una planta de reúso de las aguas tratadas”. Esto es lo lógico, lo inteligente y lo responsable. De otra manera se perderá agua a un ritmo de ¡14 metros cúbicos por segundo! ¿Alguien en su sano juicio podría dormir tranquilo pensando que cada segundo, durante los 365 días del año, por el tiempo que opere la planta, se perderán millones y millones de litros del líquido vital? En una ciudad enclavada en un desierto, como es el caso de la capital peruana, esto viene a ser —digámoslo crudamente— “un crimen no tipificado”. ACS ha anunciando lo que esperábamos, una posibilidad de alcanzar entre otras cosas el sueño de ver los acantilados reverdecidos, parques y jardines floreciendo en lo que ayer fue polvareda, la tranquilidad de saber que a nadie le faltó un vaso de agua porque el agua potable se usó para regar las palmeras de algún espacio público.
Las experiencias exitosas de reutilización de aguas negras y grises abundan a lo largo y ancho del planeta y la Madre Patria, España, no es la excepción. El Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de León (Sapal) un organismo municipal, tiene como su proyecto más emblemático el de tratamiento de agua para rebombearla para su utilización en agricultura. No se les ocurre, como pasó por aquí, limpiar el agua para botarla.
En el 2006, en Alemania, el empresario Hans Georg Huber recibió el Premio al Medio Ambiente del Ministerio Federal de Medio Ambiente. Huber desarrolló una tecnología de bajo costo que limpia el agua para nuevo uso. Y es que esa es la tendencia mundial, eso es lo que debió estar entre los requisitos para entregar la concesión. Según Huber el desarrollo depende de que la economía y la ecología se den la mano pues cuando así ocurre todo resulta rentable, hasta los desechos. Su sistema es simple: por medios físicos o mecánicos se separan materiales como papel, plástico, cartones, etc., usando filtros, centrifugadoras, entre otros. La materia orgánica se separa mediante procesos biológicos utilizando bacterias (de modo muy similar al creado en los años 60 por el recordado ingeniero sanitario peruano Alejandro Vinces Araoz). Como en el sistema Vinces, se obtiene abono y agua limpia para riego de parques, jardines y áreas agrícolas. La Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) recomienda el uso de este tipo de agua con dichos fines pues no hay riesgos sanitarios y sí muchos elementos fertilizantes para el suelo. Esperamos que la española ACS convierta, en este sentido, a Taboada en un ejemplo mundial.
Así decíamos. Pues bien, no será octubre pero los milagros ocurren: la empresa ACS ha anunciado que realizará “estudios preliminares para presentar una iniciativa privada de una planta de reúso de las aguas tratadas”. Esto es lo lógico, lo inteligente y lo responsable. De otra manera se perderá agua a un ritmo de ¡14 metros cúbicos por segundo! ¿Alguien en su sano juicio podría dormir tranquilo pensando que cada segundo, durante los 365 días del año, por el tiempo que opere la planta, se perderán millones y millones de litros del líquido vital? En una ciudad enclavada en un desierto, como es el caso de la capital peruana, esto viene a ser —digámoslo crudamente— “un crimen no tipificado”. ACS ha anunciando lo que esperábamos, una posibilidad de alcanzar entre otras cosas el sueño de ver los acantilados reverdecidos, parques y jardines floreciendo en lo que ayer fue polvareda, la tranquilidad de saber que a nadie le faltó un vaso de agua porque el agua potable se usó para regar las palmeras de algún espacio público.
Las experiencias exitosas de reutilización de aguas negras y grises abundan a lo largo y ancho del planeta y la Madre Patria, España, no es la excepción. El Sistema de Agua Potable y Alcantarillado de León (Sapal) un organismo municipal, tiene como su proyecto más emblemático el de tratamiento de agua para rebombearla para su utilización en agricultura. No se les ocurre, como pasó por aquí, limpiar el agua para botarla.
En el 2006, en Alemania, el empresario Hans Georg Huber recibió el Premio al Medio Ambiente del Ministerio Federal de Medio Ambiente. Huber desarrolló una tecnología de bajo costo que limpia el agua para nuevo uso. Y es que esa es la tendencia mundial, eso es lo que debió estar entre los requisitos para entregar la concesión. Según Huber el desarrollo depende de que la economía y la ecología se den la mano pues cuando así ocurre todo resulta rentable, hasta los desechos. Su sistema es simple: por medios físicos o mecánicos se separan materiales como papel, plástico, cartones, etc., usando filtros, centrifugadoras, entre otros. La materia orgánica se separa mediante procesos biológicos utilizando bacterias (de modo muy similar al creado en los años 60 por el recordado ingeniero sanitario peruano Alejandro Vinces Araoz). Como en el sistema Vinces, se obtiene abono y agua limpia para riego de parques, jardines y áreas agrícolas. La Organización Mundial para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) recomienda el uso de este tipo de agua con dichos fines pues no hay riesgos sanitarios y sí muchos elementos fertilizantes para el suelo. Esperamos que la española ACS convierta, en este sentido, a Taboada en un ejemplo mundial.
El Comercio, 08 de agosto de 2009
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