Corrían las primeras décadas del siglo diecisiete cuando al caer la tarde se
veía a los esclavizados repartiendo agua por las calles de la Lima virreinal.
Tras las largas y duras jornadas de trabajo, recogían agua de la fuente de la
Plaza Mayor y para abastecer del líquido a la milenaria ciudad de adobe que
rápidamente emulaba lo español.
Luego de encargarse del agua, los esclavizados se juntaban en galpones,
chacras y otros lugares. Así, empezaron a formarse las llamadas "cofradías de
negros", formadas por esclavizados y libres, que desde el siglo dieciséis
contaban con aprobación del clero, y se encargaban de un retablo o capilla. Sus
sitios de reunión servían para los bautizos y velorios de los africanos.
Este tipo de organización piadosa era usual y los sacerdotes les impartieron
las enseñanzas de la Iglesia Católica. Este espacio de sociabilización fue una
válvula de escape, de compañerismo, colaboración y libertad, lejos de la mirada
de los amos. Podían allí ayudarse mutuamente (inclusive se daban préstamos para
comprar la libertad de alguno) y preservar los ritos y costumbres de sus lugares
de origen, y a la par interiorizaban y practicaban lo católico.
Una de aquellas cofradías fue la Pachacamilla (según el historiador De la
Cruz, era una "pre cofradía", pues no contaba con los miembros suficientes),
formada por angoleños.
Pachacamilla era uno de los barrios más pobres y allí erigieron los hijos de
Angola su local: un galpón de muros de adobe, en uno de los cuales un esclavo
pintó al Cristo crucificado. La imagen despertó la devoción de los cofrades y de
otros que al oír del mural se acercaban a rezar y dejar ofrendas.
El 13 de noviembre de 1655 un fuerte terremoto causó gran destrucción y
decenas de miles de muertos, en Lima y el Callao. En el barrio de Pachacamilla
cayó muro tras muro, pero aquel con la imagen del Cristo permaneció de pie. Y
hubo consenso en que se trató de un milagro. Con el correr del tiempo creció la
fe en Cristo y su representación pintada; espontáneamente y por uso popular a la
imagen se le empezó a llamar Señor de los Milagros.
En el siglo XXI su procesión congrega a millones de personas de diferentes
rincones del Perú y el extranjero. Se la considera la mayor procesión del
planeta, y hoy se da en diversos distritos y ciudades de nuestros país. Además,
allí, donde hay una colonia de peruanos de regular tamaño, una réplica del anda
del Señor de los Milagros sale en procesión por las calles, sea Nueva York,
Rosario, Bogotá, París, Madrid y muchos otros lugares más.
El Cristo Morado, Moreno, el Señor de los Temblores, la imagen nacida de la
mano inspirada de un esclavizado en su versión del Señor de los Milagros, fue
declarada por el Vaticano en el 2005 Patrón de los Peruanos Residentes e
Inmigrantes. La marea morada de fe sigue creciendo alrededor del planeta. Al
Señor se le atribuyen milagros de sanación y conversión, pero quizá su mayor
milagro es el de cohesionar, cada octubre, a los peruanos de toda condición, en
cualquier lugar del mundo, a rezarle al crucificado.
Devociones
La primera vez que el Cristo salió a las calles
- La primera misa con la imagen del Cristo de Pachacamilla se celebró el 14
de setiembre de 1671. Con ello, empezaba una de las creencias católicas más
fuertes del Perú. Y fue en 1687 que saldría por primera vez su procesión: solo
llegó a la Plaza Mayor y al cabildo limeño.
Reconocimiento
El poder sanador y el culto popular
- En 1670 Antonio de León atribuyó la curación de unas llagas supurantes al
Señor de los Milagros. Así empezó a fomentarse el culto popular. Ya en 1671
recibió un reconocimiento eclesiástico y el virrey conde de Lemos mandó pintar y
completar el cuadro.
El Comercio, 02 de octubre de 2013
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