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martes, junio 24, 2014

Jugando con un delfín varado

LA FRIVOLIDAD DE LAS NUEVAS GENERACIONES

 Un delfín varado en la orilla del mar toca la sensibilidad de cualquiera. Sea que el animal esté muerto o agonizante, a nadie con el espíritu sano se le ocurriría tomarlo como si fuera un objeto para bromear, manipularlo y retratarse.
A nadie es mucho decir, porque a una tal Judith Uriol Silva y a su pareja Jonathan Ramos Torres les pareció jocoso usar como juguete a un pequeño delfín aparentemente muerto, sentarse encima de él, meterle una botella de cerveza por el hocico, tomar fotos de esa danza macabra y, sin remordimiento alguno, compartirlas con sus amigos por Facebook.
El asunto ha indignado a varios. El par muestra la frivolidad que carcome a buena parte de peruanos, que pasan por la vida bromeando y banalizándolo todo. De esa especie no esperemos la construcción de una patria mejor, sino todo lo contrario.
La frivolidad es un peligro real para vivir en libertad y en el respeto, que son la base de la democracia y el Estado de derecho. Sin propósito en la vida ni compromiso, con un vacío interior que trata de llenar con hiperactividad, el frívolo solo quiere pasarla bien aunque eso signifique caer en lo grotesco o lo inmoral, y ya no distingue el bien del mal. No tiene espacio ni disciplina para la reflexión ni profundidad para la alegría verdadera.
En el Día Internacional de la Mujer, la señorita Judith Maribel Uriol Silva grafica la despreciable frivolidad y crueldad de ciertas mujeres y, de paso, es la demostración de que el género no nos hace mejores ni peores, sino bastante iguales en lo malo.
En un país de aguerridas que se desloman trabajando para sacar a sus hijos adelante pese a la pobreza, Judith Maribel Uriol Silva solo quiere pasarla bien aunque eso signifique convertir la tragedia de un animal silvestre en recreo.
Nunca como en estos tiempos posmodernos, la frivolidad ha estado tan arraigada y ha contado con tantos defensores, al punto de decir que es un nuevo valor.


Hoy campean los jóvenes desideologizados, sin vida espiritual, aturdidos por las drogas, el alcohol y su exagerado ruido (risotadas, gritos, el volumen de sus aparatos de música).
Son los hijos de la 'tele', de la representación, son inauténticos y personajes antes que personas. Su actitud arriesga a la sociedad y la bestializa.
Se burlan de los valores, de la vida democrática, de las instituciones, de sus propias familias.
La ridícula parejita Uriol Silva y Ramos Torres ha tenido sus quince minutos de fama y, seguramente, sus espíritus distorsionados los llevan a gozar cuando oyen mencionar sus nombres o los ven impresos en los diarios, aunque se digan cosas horribles de ellos.
Un mañana mejor depende en gran medida de extirpar el pus de la frivolidad, de educar a las nuevas generaciones en los valores, en el compromiso, en la capacidad de formarse un pensamiento propio, fuerte y contundente. No hacerlo es una condena en todos los ámbitos, especialmente el político.

El Comercio, 08 de marzo de 2014

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