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martes, junio 24, 2014

El crimen de La Molina y una sociedad enferma

Un nuevo asesinato que involucra a menores de edad, a una hija que mata a su madre, ha vuelto a consternar Lima. El espeluznante crimen de La Molina no es sino el reflejo de una sociedad enferma, de la disfuncionalidad de algunas familias y de la tremenda violencia que lleva a algunos jóvenes a perpetrar lo inimaginable.
Esta vez los protagonistas han sido una jovencita de 14 años, casi una niña, su ex enamorado de 16 años y una mujer de 62 años, mamá de la chica.
En los espeluznantes hechos ocurridos en La Molina, la joven mató a su madre y convivió con su cadáver a lo largo de dos meses como si nada pasara.
Según ella, fue su ex enamorado quien mató a Vylma Gabriela Niño de Guzmán de la Rosa, pero el muchacho lo niega y dice que solo forcejeó con la señora. Las investigaciones sacarán a la luz lo que realmente ocurrió. Mientras tanto la chica no ha mostrado el menor remordimiento, tristeza o nerviosismo al ser interrogada.
Matar a la madre biológica es exterminar el propio origen, y en el caso de la madre adoptiva es terminar con quien ocupó el lugar dejado por quien nos dio la vida.
Vivimos en una sociedad enferma que constantemente manda señales confusas sobre la maternidad y que, en algunos casos, llega a ser condescendiente con quienes asesinan a sus progenitoras. Recordemos a Giuliana Llamoja, hoy libre gracias a las conexiones de su padre en el Poder Judicial.
Esa matricida se convirtió en "poeta" (pésima, por cierto) y su libro fue promovido, ni más ni menos, que por Rocío Silva Santisteban, Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (CNDDHH), y hasta se le ofreció conducir un programa televisivo. ¿Qué mensaje reciben los jóvenes con este tipo de conductas?
Giuliana Llamoja le propinó cerca de 50 cuchilladas a su madre, María del Carmen Hilares Martínez. Elizabeth 'Elita' Espino fue la autora intelectual del asesinato de su madre, la abogada tributarista Elizabeth Vásquez Marín, y Marco Gabriel Arenas Castillo mató con sus propias manos a su madre adoptiva, la empresaria panadera María Rosa Castillo Gonzales.
Estos tres jóvenes, de entre 18 y 22 años al momento de perpetrar los crímenes, tenían en común la idea de que la relación conflictiva con sus progenitoras podía justificar sus monstruosos actos. Los tres intentaron también ocultar los cuerpos y, de paso, hacerse de algo del dinero de sus víctimas.
Lo patético de todo esto es que, al tratarse de noticias mediáticas, los tres encontraron rápidamente la "fama".
En nuestros días prevalece la pobreza espiritual, impera la violencia como forma de comunicarse, la cultura de masas desvirtúa a la familia y la progresía lanza mensajes a favor del aborto, o lo que es lo mismo, en contra de la vida, de la santidad de la vida.
Si bien globalmente el matricidio, o parricidio, representa apenas el 3% de todos los asesinatos, en Lima cada vez son más los casos en que la mano de la hija o del hijo se alza para acabar con quien le dio la vida.


En el 2013
El parricidio que estremeció al país
- El 11 de noviembre del 2013, la empresaria María Castillo Gonzales, de 54 años, fue asesinada y quemada por su hijo adoptivo Marco Gabriel Arenas Castillo, de 22. Él confesó a la policía que cometió el crimen debido a que había peleado con ella.
En el 2010
Elizabeth Espino fue condenada a 30 años
- El 27 de enero del 2010, la policía descubrió el cadáver de Elizabeth Vásquez Marín en la maletera de su auto. La policía señala a Elizabeth Espino Vásquez, su hija, como la autora del crimen. En el 2012, fue condenada a 30 años de prisión.

El Comercio, 12 de marzo de 2014

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