Los lobbistas pro transgénicos criollos -entre ellos el señor del PPKuy-
deben estar con los dedos cruzados para que no resuene el portazo que Japón le
ha dado a la importación de trigo estadounidense. Estamos ante una de las más
fuertes derrotas de Monsanto y sus voceros. Según publica el diario "El País",
de España, Japón decidió cortar la compra de trigo gringo y la Unión Europea
anunció controles más estrictos y alertó a los países miembros sobre el cereal.
¿Qué pasó? Se detectó un trigo transgénico en una granja de Oregón, una variedad
alterada resistente al herbicida Roundup. La variedad fue introducida por
Monsanto -líder del sector- pero, supuestamente, hace nueve años, en el 2004, la
retiró de los campos por las protestas de los consumidores, los ecologistas,
agricultores, la industria de alimentos y compradores internacionales. Todos
ellos preocupados por los potenciales riesgos para la salud, aparición de malas
hierbas resistentes al herbicida y el que un puñado de multinacionales
controlase lo que comerá el planeta.
Los mercados son cada vez más sensibles y los consumidores apuestan por lo
natural. Los alimentos genéticamente modificados no son ninguna panacea sino un
simple negocio para las empresas que patentan las semillas y un dolor de cabeza
para los agricultores que caen en la trampa, viéndose comprometidos a pagar
regalías de por vida. En la India millares de granjeros han quebrado, optando
por el suicidio, y el príncipe Carlos de Inglaterra ha señalado a Monsanto como
promotora del mayor genocidio del siglo XXI.
El gobierno del presidente Humala tuvo el tino de aprobar una moratoria por
diez años, para que los suelos agrícolas peruanos se vean libres de las llamadas
semillas Frankenstein, cuyos efectos ecológicos, económicos, sociales y sobre la
salud, recién empiezan a revelarse. Pero no faltan quienes quieren tirarse abajo
la moratoria y hacer negocios con la coartada de solucionar el hambre. ¡Mentira!
En el mundo se produce suficiente alimento para nutrir a la población global,
y a más, pero en este mismo momento millones de toneladas se desechan por no
cumplir con los exigentes estándares estéticos del mercado o no llegar a destino
en buen estado por la falta de carreteras y de una adecuada cadena de frío, o
simplemente porque el consumidor compró en exceso y el producto se malogró. De
hecho, una de cada tres bolsas de las compras del supermercado (realizadas por
consumidores de los sectores A y B) terminarán en el tacho de la basura, aquí,
en Estados Unidos, en Japón y cualquier otro país.
Si algo erradicará el hambre, serán los caminos, los ferrocarriles, la
logística, un mercado menos exigente con las formas, patrones de consumo
responsables, proyectos agrícolas urbanos, entre otros. Las semillas del mal no
solucionarán nada.
UNA REALIDAD. Los mercados son cada vez más sensibles y los consumidores
apuestan por lo natural.
El Comercio, 01 de junio de 2013
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