Hay que tener memoria, pues olvidar cómo Sendero Luminoso desangró el país no
es una opción, es una irresponsabilidad cuando no una perversidad. Uno de sus
crímenes más inesperados fue el de la periodista de nuestro Diario Bárbara
d'Achille, encargada de la página de Ecología. Hace 24 años, un 31 de mayo como
hoy, los terroristas la mataron a pedradas en Tinyaclla, en los Andes de
Huancavelica. Hay quienes quieren que no lo recordemos, pero así se vivía en la
década de los ochenta, acechados por Sendero Luminoso y el MRTA.
La tarde de su asesinato era hermosa, el viento traía el frío de las cumbres
cercanas y el cielo lucía claro y azul. Bárbara viajaba para ver un exitoso
proyecto de reproducción de camélidos. Nadie imaginaba que los asesinos se le
cruzarían en el camino, en la triste inmensidad andina que soñaba reverdecida.
Eran tiempos peligrosos, pero se habían tomado las medidas de seguridad
necesarias (si cabe la palabra seguridad para esos años). Casi un cuarto de
siglo ha pasado desde que, en 1989, junto al ingeniero Esteban Bohórquez Rondón,
ambos cayeran víctimas del terrorismo que hoy intenta reorganizarse.
Había nacido en Dobele, Letonia, como Bárbara Bistevins Treinani, en el seno
de una sensible familia de artistas. Con apenas 20 años arribó al Perú y trabajó
como tripulante de la compañía de aviación Panagra. Aquí se enamoró y se casó
con Maurizio d'Achille. Debido al trabajo de este vivió por casi dos décadas en
la Amazonía. Así entre los años 1968 y 1984 vivió en Pucallpa, Iquitos y Manaos
(Brasil), para volver a Pucallpa. Es en su segunda estadía en Pucallpa que traba
amistad con don Felipe Benavides Barreda, patriarca del ecologismo peruano, y se
integra a Pro Defensa de la Naturaleza, Prodena. Barreda le encargó varios
informes y, al ver su interés y claridad para redactar los asuntos relativos al
medio ambiente, le propuso a los directores del Diario de aquel entonces,
Aurelio Miró Quesada Sosa y Alejandro Miró Quesada Garland, la creación de una
página de Ecología, y la recomendó como encargada de la misma.
En la selva, Bárbara había vivido de cerca la destrucción de parajes
naturales que le fascinaban y había desarrollado sentimientos de impotencia y
frustración al no tener las herramientas necesarias para tratar de revertir esa
situación. Todo cambió cuando ingresó a El Comercio. La mujer que adoptó el Perú
como su patria recorrió nuestro país para sensibilizar a una generación de
peruanos y, a través de escritos, transmitió sus preocupaciones, difundió
alternativas y advirtió sobre el desarrollo mal enfocado.
Su afán era investigar, ver, confirmar y cumplir con los lectores de la
página de Ecología que editó. Cada semana sus notas difundían las amenazas que
se cernían (y ciernen) sobre los ecosistemas: la agonía de los bosques, la
muerte de los ríos, el deterioro del mar, la contaminación. Trajo a Lima las
angustias de las comunidades rurales, las costumbres de remotos pueblos
peruanos, de los que poco se hablaba en la capital. Y esa remota realidad
llegaba fresca y vívida en sus crónicas de viaje. Con sencillez y claridad
transmitió conceptos científicos y ecológicos, creando conciencia
conservacionista entre los lectores de nuestro Diario.
A mis escasos 27 años debí asumir el espacio de editora de la página que ella
dejó. Hoy, a 24 años de distancia de aquella tarde cuando Sendero la asesinó,
solo puedo decir que Bárbara fue uno de los ejemplos más hermosos de pasión por
la naturaleza. Sus escritos son un testimonio de paz e integración, la apuesta
por un mundo más justo y ecológicamente sostenible. Alguna vez escribió: "En
general tratamos a los grupos nativos con desconfianza y hasta desprecio. No los
comprendemos ni realmente hacemos esfuerzos por acercarnos a ellos". Y es que
tras presenciar una conversación de una familia nativa, ella intervino pensando
que era una gresca. No era tal y entonces dijo: "Humildemente me di cuenta de
que existen mil formas de actuar correctamente y la mía no es, ni por asomo,
universalmente la única, ni la justa, ni la verdadera". Así era ella,
contundente. ¡Bárbara d'Achille, presente, por siempre!
El Comercio, 31 de mayo de 2013
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