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sábado, diciembre 22, 2012

Ineptitud en La Parada

No bastan las sonrisas ni las buenas intenciones para gobernar una ciudad. La violencia en La Parada lo ha demostrado. A la alcaldesa Susana Villarán de la Puente le sobran carisma y honestidad, lamentablemente rebosa, también, ineficiencia, intolerancia a la crítica y cuenta con un equipo que celebra sus desaciertos y los justifica ante la opinión pública. Pero no es justo ni decente endilgarle toda la responsabilidad a Villarán, como no lo es que sus seguidores pretendan ahora culpar a una inexistente alianza "revoco-castañeda-apro-fujimorista" por los lamentables sucesos del jueves, menos aun cuando la propia alcaldesa ha reconocido su responsabilidad política. Lo que se espera es que rueden algunas cabezas de su equipo, pues no se coordinó con el Ministerio Público, la Defensoría del Pueblo ni el municipio de La Victoria. Todo lo que debió ser considerado por el general Raúl Salazar, director general de la Policía Nacional del Perú (PNP), responsable directo de la fallida intervención que dejó decenas de heridos, dos muertos y pérdidas económicas. El plan era bloquear el ingreso de los camiones distribuidores y con ello intentar disuadir a los comerciantes para que empiecen a trasladarse al ya habilitado mercado de Santa Anita. Pero el Mercado Mayorista de La Parada no es cualquier cosa.


Con más de medio siglo de existencia, hasta tres generaciones de comerciantes se han dedicado a abastecer a Lima de alimentos, han forjado su vida y sus familias allí y su descendencia continuó con el negocio. Mover La Parada es mover la historia de un extenso grupo humano ligado emocionalmente a ese lugar, por inadecuado que hoy sea. Ya en un pasado reportaje de Canal N, una comerciante de La Parada había advertido: "Nosotros no queremos el traslado para Santa Anita. Si la señora Susana Villarán va a querer traslado acá va a correr muerte; sangre va a correr". Frente a esto que suena a advertencia no se entiende la desordenada y mal planeada operación. ¿Salazar no cuenta con un sistema que le permita prevenir, contando con testimonios esclarecedores de lo que se venía? ¿No debió tomar las medidas para asegurarse, justamente, de que no corriera sangre? Todo estuvo mal: desde el escaso número de efectivos hasta el horario elegido (de alta actividad).

Lo que hemos vivido el jueves es reflejo del clima de violencia que impera en Lima y que nos amenaza a todos sus vecinos. Una ciudad a merced de una policía pésimamente comandada y de una alcaldesa que cree que su buena onda basta para cambiar la realidad de esta ciudad cada vez más hostil y peligrosa.

El Comercio, 27 de octubre de 2012

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