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sábado, noviembre 10, 2012

Jane de la selva

A los diez años se enamoró de Tarzán gracias al libro que narraba sus hazañas en la selva. Le fascinaba cómo entendía a los animales y ellos a él. Sentía celos de esa Jane porque en las historias aparecía siempre cerca de su ídolo. Su primer desencanto llegó cuando vio en la pantalla a Johnny Weissmuller encarnando a su Tarzán. Él no es el de mi libro, le dijo a su madre que con gran esfuerzo económico logró llevarla aquel día al cine. Eran los años de la Segunda Guerra Mundial, con sus bombardeos y empobrecimiento. Nada, sin embargo, logró arrancarla de la selva ya instalada en su cabeza y en su espíritu. Ante sus ojos se erguían grandes árboles, ríos vivificantes, aves, mariposas y chimpancés. A ese territorio verde y libre soñaba llegar algún día. Sigue tus sueños, Jane, le decía Vawn, su madre, y la niña lo hizo. A los 23 años llegó a Tanganica -actual Tanzania- y empezó a convertirse en una leyenda.

La doctora Jane Goodall es hoy, por mérito propio, la mayor experta en chimpancés (los estudia desde cerca de medio siglo en Gombe, donde en 1960 gestó el actual parque nacional). Es, también, una de las voces más respetadas y lúcidas de los pasos necesarios para enfrentar la crisis ambiental. Esta mujer admirable e inspiradora, tuvo la gentileza de recibirnos en su habitación de hotel en Río de Janeiro. El día estaba gris, pero la luz de su inteligencia, de su pasión y convicción lo iluminaba todo.
Nuestra Jane de la selva, la dama que es ejemplo para tantos, se ha dedicado los últimos años a llevar el mensaje de la conservación a lo largo y ancho del planeta. Viaja y se presenta con un monito de peluche, regalo de un veterano de la Guerra del Golfo que quedó ciego. Más de cuatro millones de personas han acariciado ese peluche para comprometerse con la causa de Goodall que no es otra que cambiar el estado de las cosas. Cada individuo es importante y puede marcar la diferencia, basta una persona para cambiar una gran organización, afirma convencida. Y es que ella ha logrado lo impensable: sensibilizar a los presidentes de las grandes corporaciones para empezar a andar por la senda verde. Su último logro, ni más ni menos que contar con el apoyo sentido y decidido de Paul Poler, cabeza de Unilever. Cada cosa que haces marca la diferencia, y debes decidir qué tipo de diferencia quieres marcar. El cambio ocurre cuando escuchas y luego dialogas con gente que hace algo que crees que no está bien. Así toca mentes y corazones y esparce las semillas del cambio que todos anhelamos.


El Comercio, 23 de junio de 2012 (Pag. A33)

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