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miércoles, febrero 29, 2012

De la Editora

Hace largos años, Lorry Salcedo encontró que lo suyo era mirar y capturar los instantes. Dejó una cómoda y prometedora carrera como ingeniero industrial y volcó todas sus energías a la imagen. Estudió cine con ese maestro de maestros que fue Armando Robles Godoy y allí se convenció de que lo suyo era andar con una cámara fotográfica para atrapar aquello que solo él sabía ver. Fascinado con la cultura de los afrodescendientes afincados en El Carmen, Chincha, realizó un hermoso y ya proverbial trabajo. Fue el inicio de un vertiginoso peregrinar y el descubrimiento de nuevos universos culturales, marginales; fue un andar hacia el perfeccionamiento de su técnica, reconocerse como difusor y defensor de realidades paralelas al mundo occidental. Aquello fue una muestra de su capacidad de estar y eternizar el momento en espacios quizá vedados para otros, pero no para quien como Salcedo se acerca a ellos con humildad y respeto. Luego fueron distintas comunidades de ascendencia africana a lo largo y ancho de nuestra América, lo que está al margen, lo ancestral, los ritos, las costumbres que se pierden y aquellas que sobreviven en un mundo cada vez más asfixiante y homogeneizador. En este número, Lorry Salcedo, sin duda el más reconocido de nuestros fotógrafos documentalistas, nos habla del abordaje y viaje en el tiempo de su último trabajo sobre los sitios prehispánicos de Huamachuco y sobre la cotidianidad de sus actuales habitantes, retratados en sus espacios diarios como en estudio. Una obra que intenta despertarnos para recuperar lo que podría perderse irremediablemente.

El Dominical, 22 de enero de 2012




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