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jueves, julio 23, 2009

El arte de llegar a la Luna

40 AÑOS DE UNA HAZAÑA
El lunes 20 de julio habrán pasado 40 años desde que Neil Armstrong descendió del Apolo XI para dejar su huella indeleble sobre la Luna. Una hazaña de la técnica, un sueño hecho realidad y una verdad constatada: nuestro satélite no era más que un inhóspito y polvoriento paraje.
No era el gran espejo que aseguraban los antiguos persas ni por ella pululaban los inteligentes selenitas “de gruesa piel” que según el astrónomo alemán Johannes Kepler —en su libro “Somnia”— esculpieron los cráteres usándolos de morada para protegerse del ardiente sol.
Los tripulantes del Apolo tampoco vieron a los “hombres murciélago” tan detalladamente descritos en 1835 por el diario “Sun”, de Nueva York. La Luna no era nada parecida a lo que por siglos había tejido la imaginación de los pueblos.
Desde que el ser humano se atrevió a alzar la cabeza para mirar al cielo trató de explicarse esas lucecitas que lo acompañaban por las noches. A través del tiempo descubriría que eran estrellas, satélites, planetas, otros mundos a los que podía llegar si lograba volar. Y así lo hizo y el primer vuelo fue la imaginación.
Si bien la posibilidad real de conquistar el espacio data de mediados del siglo XX, desde tiempos antiguos la llegada a la Luna fue una realidad. En 1635 el aventurero español Domingo González llega hasta ella ayudado por una buena cantidad de gansos salvajes, esto según la novela del inglés Francis Goodwin, “El hombre en la Luna”. Pero los vertiginosos avances de la ciencia y la técnica crearon un nuevo tipo de lector, mucho más acucioso. Los argumentos literarios debían estar —o al menos parecer— sustentados en las nuevas teorías.
Los autores proponen entonces extravagantes métodos de propulsión como la presión de la luz, vibraciones del éter, pócimas antigravitacionales, entre otros. Hasta que en 1865 Julio Verne publica la novela “científico-satírica”: “De la Tierra a la Luna” (convertida en 1903 por Georges Melies en la primera película animada de la historia). En 1870 Verne publica “Alrededor de la Luna”, que consigna al detalle las ocurrencias de un viaje semejante. Ficción que sorprende aún hoy por su gran parecido a la realidad. Verne soñó anticipándose un siglo a la historia. El sueño verniano motivó y guio.
El astronauta ruso Yuri Gagarin, el primer hombre en viajar al espacio, comentó: “Fue Verne quien me guio hacia la astronáutica”. Las grandes conquistas de la humanidad están construidas sobre los sueños que son el impulso para que otros traten, intenten, creen.
Muchos avances científicos y tecnológicos se requirieron para que Armstrong tatuara la Luna con la huella humana. Es bueno no olvidar que en ese satélite que refulge de noche para todos, sin distingo de razas, credo o condición social hay una placa que reza: “Aquí pusieron pie por primera vez en la Luna, hombres procedentes del planeta Tierra, julio 1969 d.C. Venimos en son de paz por toda la humanidad”. Paz, ese sueño por conquistar.
El Comercio, 18/07/2009

La muerte de los niños

OLA DE FRÍO E IMPUNIDAD
Hay muertes y muertes. Unas cuentan y otras simplemente pasan. Tenemos a las que ocupan las primeras planas desencadenando crisis gubernamentales o faranduleras y las otras, las que nadie reflexiona siquiera que puedan tener responsables directos. Las unas son lloradas públicamente, las otras olvidadas y por olvidadas se repiten año tras año envileciendo y endureciendo al país. Es el caso de los cientos de muertos por la ola de frío que afecta la sierra. Año tras año el fenómeno se replica —a veces con más intensidad, otras con menos, o como este año abarcando un mayor territorio—. Los sucesivos gobiernos solo atinan a declarar el estado de emergencia y a convocar a la comunidad para la donación de mantas, abrigos en desuso y alimentos no perecibles, entre otros.
En lo que va del año han muerto ya 246 niños, y probablemente muchos otros en sus propias casas, indocumentados y que jamás llegaron a las postas médicas. Y aquí no pasa nada. No hay responsables de esta tragedia anunciada, ni ministros interpelados, tampoco Abencias o Mamanchuras. Aquí solo hay impunidad pura y dura frente a las muertes perfectamente evitables de niñas y niños, ineptitud para abordar un fenómeno natural predecible y una evidente ausencia de planificación y de voluntad política para dotar de energía y viviendas dignas a compatriotas que, en pleno siglo XXI, mueren de frío. Ganado muerto, hijos muertos, los pocos cultivos perdidos.
El frío trae dolor y empobrece aun más a los que menos tienen. Se calcula que este año las heladas afectarán a cerca de 7 millones de personas y que la temperatura marcará por debajo de los 20 grados bajo cero. Solo en Puno han muerto de neumonía más de 52 niños menores de 5 años. ¿Y qué tenemos? Un decreto ampliando el estado de emergencia a otras localidades que se verán también afectadas.
En mayo de este año un extenso informe de El Comercio, realizado por Vanessa Romo, alertó sobre la desarticulación estatal para atacar la ola de frío (desarticulación que es francamente notoria en todos los ámbitos). Surge entonces la pregunta… ¿son las bajas temperaturas responsables de las muertes o más bien es la ineptitud y la ignorancia de nuestras autoridades? Tenemos que las estrategias de intervención no toman en cuenta la realidad geográfica ni la dispersión de los poblados.Mientras tanto las autoridades se congratulan por haber abastecido de vacunas y otros insumos a los establecimientos de salud sin tomar en cuenta el problema de acceso a los servicios que tiene la población andina. Esto en buen cristiano significa que los centros de salud están bastante alejados de sus hogares y que llegar a uno significaría, en el mejor de los casos, una caminata de más de una hora a temperatura de hielo.
El gobierno debe atender esta situación con responsabilidad, compromiso y “caridad” entendida esta como la revela el papa Benedicto XVI en la Encíclica “Caritas in veritate” (La caridad en la verdad), es decir: “como expresión auténtica de humanidad y como elemento de importancia fundamental en las relaciones humanas, también las de carácter público”.
El Comercio, 11/07/2009

La anchoveta, riqueza para conservar

CUOTAS MÁXIMAS DE PESCA Y SEGURIDAD ALIMENTARIA
La anchoveta es un pequeño pez cuyo inmenso potencial nutritivo, gastronómico, económico y ecológico no deja de sorprender. Está íntimamente ligado a la historia del Perú desde tiempos precolombinos y contribuyó a la aparición de las primeras civilizaciones costeras. La doctora Ruth Shady, descubridora de Caral —la ciudad más antigua de América recientemente declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad—, sostiene que “tuvo un papel crucial para balancear la alimentación de la población y para sustentar el desarrollo social”. Hasta donde se ha investigado, más del 50% de los requerimientos calóricos en Caral procedían del mar.
Sobre la anchoveta se asienta la “hipótesis de la fundación marítima de las civilizaciones andinas” que aborda a la pesca (y no a la agricultura), como la primera actividad promotora de pequeños asentamientos costeros que con el tiempo formaron extensas comunidades sedentarias forjadoras de la civilización peruana. Ya en tiempos contemporáneos el recurso dinamizó la economía a través de la industria de la harina de pescado dando pie a la creación de nuevos grupos económicos y fortunas. La anchoveta, pues, ha acompañado el devenir de nuestra historia desde tiempos inmemoriales.
A lo largo del tiempo la explotación desordenada y la sobrepesca industrial no solo han generado profundos problemas de contaminación, y el colapso de especies de fauna dependientes de este pez para su supervivencia (aves guaneras, lobos de mar, diversos peces de consumo humano como el jurel, la caballa, entre otros), sino que han puesto en riesgo a la propia industria pesquera peruana, la segunda más grande del planeta. En este contexto, el Decreto Legislativo 1084, que establece los límites máximos de captura por embarcación (LMCE), es el mejor seguro para salvaguardar la biomasa de tan importante especie.
La ministra de la Producción, Elena Conterno Martinelli, nos recuerda que “en el año 1972 casi se llegó a la depredación total de la anchoveta y tomó diez años volver a un nivel aceptable”. El orden y la eficiencia que promueve la ministra sintoniza finalmente al sector pesquero con la conservación de la biodiversidad, el desarrollo sostenible, el aprovechamiento racional y responsable de las riquezas hidrobiológicas que son patrimonio del Perú en su conjunto (algo que hace unos años parecía imposible de lograr).
El potencial económico de la anchoveta es inmenso pero mucho más importante resulta sin duda su riqueza en ácidos grasos esenciales, proteínas, minerales como el hierro y fósforo así como vitaminas, especialmente B1 o tiamina y C. Incluir a la anchoveta en la dieta nacional y llevarla hasta las mesas más humildes permitirá erradicar la desnutrición y fortalecer la salud integral de una gran mayoría de peruanas y peruanos. Tomando la posta del ex ministro Rafael Rey, la actual ministra de la Producción ha comprendido que conservar el recurso garantiza la seguridad alimentaria y, al mismo tiempo, el desarrollo sostenible, rentable y a largo plazo de la industria pesquera en beneficio del país.
El Comercio, 04/07/2009

La historia sin fin

40 AÑOS DE LA REFORMA AGRARIA
¿Puede alguien apoderarse de una propiedad sin pagarla, enriquecerse con ella y luego venderla sin darle lo que le corresponde a su dueño? ¿Es legítima la compra a un tercero de un bien ajeno? La realidad peruana demuestra que esto es posible, que se promueve y que hacerlo se considera un logro digno de elogio. El Estado lo hace al privatizar acciones de cooperativas que operan en tierras que no le pertenecen como, por ejemplo, una hacienda azucarera expropiada que jamás pagó. El 24 de junio de 1969 la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado promulgó el Decreto Ley 17716, iniciándose la reforma agraria. Se expropiaron imperios algodoneros, azucareros, frutícolas, ganaderos, maiceros y madereros, entre otros, gestados a través de generaciones.
“La reforma agraria (no) se la debemos a un militar o a un dirigente. No es así, la reforma agraria fue hecha por la acción colectiva del propio campesinado indígena”, ha escrito Hugo Blanco Galdós, líder izquierdista, ex guerrillero y ex congresista en “Lucha indígena”. Para 1962 los levantamientos campesinos en el valle de La Convención, Cusco —cuando Blanco encabezaba la Federación Provincial— incluían la toma de tierras, el Estado envió a la policía y los enfrentamientos dejaron su cuota de muertos y heridos. Hugo Blanco se alzó en armas y organizó la brigada guerrillera Remigio Huamán en memoria de uno de los campesinos muertos. En mayo de 1963 Blanco fue capturado. Ese mismo año el gobierno del golpista Ricardo Pérez Godoy promulgó la Ley de Bases para la Reforma Agraria. Al año siguiente, en 1964, durante su primer gobierno el arquitecto Fernando Belaunde Terry promulgó la ley de reforma agraria y liberó a Blanco, que purgaba una sentencia de 25 años en El Frontón.
Desde los años 40, los distintos gobiernos y partidos habían reflexionado sobre la necesidad de medidas para modificar la estructura de propiedad del suelo cultivable y principalmente el régimen de trabajo de los campesinos: analfabetos, semiesclavizados, mal pagados y a veces ni esto. El economista, periodista y político Pedro Beltrán (1897-1979), fundador del diario “La Prensa” y ministro de Hacienda y Comercio del gobierno de Manuel Prado, comprendía la reforma agraria y la gran revolución del agro del acceso a la propiedad de la tierra como el resultado de la ampliación de la frontera agrícola.
Para muestra un botón: el 17 de julio de 1961 inauguró la irrigación San Lorenzo, Piura, hoy emporio frutícola productor de cerca del 90% de los mangos y limones exportados por el Perú. Está claro que había un entendimiento sobre la necesidad de nuevas políticas para el campo, pero lo perpetrado por la dictadura velasquista fue una usurpación sin beneficios visibles y sí muchos perjuicios, como el retroceso de la agroindustria nacional frente a nuestro vecino del sur. El mismísimo Hugo Blanco critica lo realizado por Velasco: “Formó gigantescas cooperativas que teóricamente beneficiaban a todos los campesinos que labraban en ella; sin embargo, en la práctica los únicos beneficiarios eran los burócratas puestos desde arriba por el gobierno”, escribió. Cuarenta años después el Estado no ha asumido su deuda con las familias afectadas y lo que es peor, sucesivos gobiernos —incluido el actual— privatizan propiedad ajena, las tierras jamás compradas. En la práctica, la usurpación continúa.
El Comercio, 27/06/09

El espíritu amazónico debe estar en la ley

1090 Y 1064: DOS DECRETOS Y UN GRAN DESCONOCIMIENTO
Auguste Comte (1798-1857), padre de la corriente filosófica positivista, encontraba en Montes-quieu (1689-1755) el primer intento de abordar la política como una ciencia de hechos y no de dogmas. Un dogma es, entre varias otras cosas, una creencia individual o colectiva sin prueba de veracidad e inspirada por cuestiones utilitarias y prácticas. Un decreto —o dos como ha sido el caso— puede ser también un dogma al proclamarse como verdad indiscutible. Así tenemos que los decretos 1090 y 1064, recientemente derogados por inconstitucionales y afectar el desarrollo sostenible de la Amazonía, resultan en esencia dogmáticos. Su certificado de defunción fue extendido el día mismo de su promulgación.
La derogatoria —cuyo proceso trajo dolor y muerte a civiles y policías— era cuestión de tiempo porque nada tenían que ver con la realidad ecológica y social de la selva, y sí mucho con la arraigada y equivocada certeza limeña de que ese vasto y verde territorio es apenas una despensa de materias primas.
Constantemente los juristas se refieren al “espíritu de la ley”, ¿pero dónde queda el “espíritu” del objeto legislado? ¿Dónde quedó el espíritu de la Amazonía cuando el Ejecutivo —haciendo uso de facultades extraordinarias otorgadas por el Congreso— promulgó decretos ajenos a la vocación de los suelos selváticos, a la potencialidad de los cultivos nativos, a la expectativa de sus habitantes y a la obligatoriedad de un proceso de consulta con los pueblos indígenas? Desde un primer momento las normas motivaron el rechazo de la comunidad científica y académica, del Colegio de Ingenieros, de la Defensoría del Pueblo, de la Universidad Nacional Agraria La Molina y de instituciones de la sociedad civil, incluidas las organizaciones indígenas. Es más, el propio José Luis Camino Ivanissevich, jefe del Instituto Nacional de Recursos Naturales (Inrena), reconoció los errores.
Como vemos, esto no se ha tratado de una terquedad de las poblaciones amazónicas ni es tampoco una claudicación del Estado frente a las protestas. La derogatoria se dio porque se dejó de lado el dogma y el presidente Alan García sacó a relucir su capacidad de enmendar errores (como cuando “dio dos pasos atrás para avanzar uno en la historia”, en el caso de la nacionalización de la banca durante su primer gobierno).
El debate sobre los decretos no era nuevo. Ya en diciembre del año pasado la periodista Nelly Luna Amancio de El Comercio se refirió al tema haciendo hincapié en que el fraseo de “patrimonio forestal” excluía a cerca de 45 millones de hectáreas de aptitud forestal. Se abría así la puerta a la posibilidad de cambio de uso de tierras y a concesiones agroindustriales en suelos con vocación para recuperar el bosque. Se promovían además plantaciones de diversos productos con un listado encabezado por la palma aceitera, cultivo de origen africano hoy de interés para la industria del biodiésel. El libertador Bolívar decía que: “la naturaleza debe preceder a todas las reglas”. En el caso de nuestra selva podríamos parafrasearlo diciendo: “El espíritu de la Amazonía debe estar presente en todas sus leyes”. Y ese espíritu es el de la diversidad, la inclusión, el respeto y la histórica posibilidad de abrir por fin la trocha del desarrollo sostenible.
El Comercio, 20/06/2009

El poder está en el diálogo

A PROPÓSITO DE LOS PROBLEMAS CON LAS COMUNIDADES INDÍGENAS

Las relaciones entre los peruanos no pueden seguir siendo alteradas ni modificadas por tratados comerciales que, a su vez, requieren de leyes que atentan contra los intereses de la población y otorgan una serie de derechos a los inversionistas que el común de peruanos no poseemos. Las inversiones y planes de desarrollo deben enfocarse también en el beneficio de quienes habitan en las zonas donde se aprovecharán las riquezas naturales o se construirán grandes obras de infraestructura.
El camino hacia el verdadero desarrollo —viable ambiental y socialmente— pasa por la sensibilidad política, la inclusión y el respeto a la diversidad étnica y cultural que no son sino expresión del amor en el que deben sostenerse las relaciones humanas. El recordado papa Juan Pablo II dijo alguna vez a los indígenas: “A ustedes, cuyos antepasados fueron los primeros habitantes de esta tierra, al tener sobre ella un derecho adquirido a lo largo de generaciones, les sea reconocido ese derecho de habitar en ella en paz y serenidad, sin el temor —verdadera pesadilla— de ser desalojados en beneficio de otros, antes bien estén seguros de un espacio vital, que será base no solamente para su supervivencia, sino para la preservación de su identidad como grupo humano, como verdadero pueblo y nación”.
Supo el Santo Padre comprender el temor de las poblaciones nativas de perder sus tierras. Este miedo es en el fondo la raíz que desencadenó la tragedia en la Curva del Diablo. Lo que empezó hace dos meses como una protesta de nativos contra dos normas que creaban inseguridad sobre el destino de sus territorios, terminó con el doloroso saldo de policías y amazónicos muertos. Un enfrentamiento entre peruanos que pudo y debió evitarse.
El Estado —el gran ausente en la salud, educación, nutrición y en promover el acceso de estos compatriotas al ejercicio pleno de sus derechos— llegó con sus fusiles y helicópteros. Los nativos alzaron las lanzas y no les tembló la mano para asesinar a machetazos a policías. Los amazónicos sufrieron también la descarga de balas sobre sus cuerpos. Se apresó a muchos y se dictó orden de captura contra el señor Pizango (acusado de azuzar la violencia). El líder aguaruna y principal cabeza de Aidesep —organización que agrupa a las distintas comunidades nativas de nuestra Amazonía— ha pedido asilo a Nicaragua. El Congreso dejó las normas cuestionadas en suspenso, pero las cosas van de mal en peor para el Gobierno. A lo largo y ancho del país diversos grupos de la sociedad realizan marchas y paros en solidaridad con los nativos amazónicos y sus demandas. De paso algunos políticos echan más leña al fuego con una irresponsabilidad escalofriante y, sin duda, con miras a las elecciones del 2011. Una crítica situación de la que empezarán a sacar provecho quienes quieren traerse abajo eso que llamamos “sistema” y que se encarna en la figura del presidente García y en las instituciones democráticas.
La Defensoría del Pueblo (cuya actuación ante los lamentables sucesos de Bagua ha sido rápida, efectiva e impecable) y la doctora Beatriz Merino son piezas claves si se intenta retomar el diálogo en la actual coyuntura de temor, desconfianza y ánimos exaltados. La tarea de quienes están en el poder es justamente saber enfrentar esos temores, interpretar los mensajes de las poblaciones excluidas, procurarles calma y optimismo, y trabajar por su participación activa en la vida nacional. Y eso, señor presidente, solo se logra a través del diálogo.
El Comercio, 13/06/2009