La madrugada de ayer el fuego consumió Cantagallo, poblado a la ribera del río Rímac donde conviven más de 250 familias de la etnia amazónica Shipibo-Konibo, la única comunidad indígena afincada en Lima. El incendio dejó más de 2.000 afectados, un niño de 11 añaños con quemaduras graves en 55% del cuerpo y a decenas con secuelas por inhalación de humo.
Las primeras familias migrantes Shipibo-Conibo arribaron a Lima en los años 90, al respecto el dirigente Augusto Valles declaró a The Associated Press, AP, que “muchos indígenas migraron a Lima para educarse y trabajar, aunque otros sólo lo hicieron para alejarse de la violencia desatada por Sendero Luminoso”. Fue, pues, el terrorismo y la falta de presencia del Estado, en esos tiempos lo que llevó a que tantos dejaran sus terruños.
En julio del 2000, Alejandro Toledo y Eliane Karp “invitaron” a un grupo de 15 familias Shipibo-Conibo para que participaran en la marcha de los cuatro suyos, una manifestación contra el gobierno del presidente Alberto Fujimori, bancada por el especulador financiero y promotor de la narco-legalización George Soros. Al carecer de medios para retornar a su selva de Ucayali se establecieron en Cantagallo, y pese a la extrema pobreza conservaron sus tradiciones y difundieron su historia, sus mitos, su arte y tradiciones. Ayer ese pedacito de invalorable valor cultural, con sus casas pintadas de paisajes y fauna amazónica y diseños que encierran la cosmovisión de estos peruanos quedó reducido a cenizas.
(Foto: Andina) |
Lima es una ciudad tugurizada, desbordada por la migración, desorganizada por el crecimiento no planificado y autogestionario, y la existencia de almacenes y fábricas informales en lugares inadecuados. En la periferia priman las ‘viviendas’ de esteras, cartones, bolsas de plástico y tablones de madera, materiales inflamables, por ello incendios como los de Cantagallo son noticia casi diaria. Ayer, sin embargo, la izquierda intentó usar la desgracia contra el alcalde Luis Castañeda. Culpar al actual alcalde por el incendio es tan perverso como responsabilizar a la pareja Toledo-Karp porque las quince familias invitadas a la marcha de los cuatro suyos se establecieron en Cantagallo, o como denunciar a Soros por financiar el viaje de esas familias a Lima para la protesta.
Las dos congresistas rojitas que por allí pulularon deberían saber que ante el dolor ajeno toca poner el hombro y contribuir con las autoridades pertinentes en bien de quien lo necesita. Rojas al fin creen que dividiendo reinarán. Pobres almas.
Martha Meier M.Q.
Expreso, 05 de noviembre de 2016
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